21.2.21

Cancelar la empatía

La multitud quiere cancelar a Sia por dirigir un musical donde Maddie Ziegler, quien no es autista, interpreta a un personaje autista. Unos piden que la película se retire de los Globos de Oro y se anule su emisión de forma definitiva y otros lo extienden a que Sia como personaje público sea enterrada en el olvido.

Da igual que Maddie, que de hecho es un genio, lo haga bien o mal. No importa que Sia haya pedido perdón a sus perseguidores, que haya borrado su Twitter o cuánto se haya esforzado en el pasado por ser vista como un buen miembro de tan improbable iglesia. No se puede escapar al tentáculo de la cancelación.

Quiero abundar en la representación, el detonante de este linchamiento y de muchos que hubo antes. Una actriz que no es autista no puede interpretar a un personaje autista. Un principio que se aplica a cualquier grupo humano. Sucede también con otras artes, con la literatura. No puedes escribir un personaje homosexual si tú eres heterosexual, por ejemplo. Aunque en la interpretación es significativo porque actuar consiste precisamente en ser algo que no se es.

El valor al que apuntan es la empatía. Es cierto: alguien no autista no puede visualizar el mundo como lo haría un autista. Un hombre, por mucho que abstraiga su mente, no puede percibir la realidad como una mujer y viceversa. Pero el ser humano puede hacerse la pregunta: ¿qué siente el otro? Y aunque no logres mimetizarte con el prójimo, puedes aproximarte lo máximo posible a sus emociones, a su interior, y compartir su sufrimiento.

La cultura de la cancelación no entiende este acercamiento. No concibe que alguien intente, incluso desee, ponerse en la piel de otro. Rechaza que una persona use su imaginación para viajar al universo ajeno. Tal cosa debe evitarse y, si sucede, arrepentirse y pedir perdón. En suma, cancelar la empatía.

William Faulkner decía que el corazón humano en conflicto consigo mismo es lo único sobre lo que vale la pena escribir, algo que no comparte esta nueva ideología del odio. Para ellos no hay un "corazón humano" sino un corazón blanco, afroamericano, autista, neuronormativo, homosexual o cisgénero. Cada uno a solas en el centro de su propio mundo aislado e impermeable.