No sé cuánto tiempo llevaba siguiendo esa luz. Rodeado por la más absoluta oscuridad, era lo único que marcaba mi camino. Era lo único que me mantenía despierto. Aún más: era lo único que sostenía mi existencia. Perdido en lo profundo de las tinieblas, todo lo que podía conseguir era acercarme a esa luz. La luz.
De repente, casi sin darme cuenta, la luz se apagó. Ni siquiera aprecié cómo se extinguía su brillo. Sólo parpadeé, miré dos veces y ya no estaba.
Como un pájaro enjaulado que echa a volar, se marchó para siempre la última esperanza.
Ya no queda nada. No hay ninguna luz. Sólo la oscuridad.
De repente, casi sin darme cuenta, la luz se apagó. Ni siquiera aprecié cómo se extinguía su brillo. Sólo parpadeé, miré dos veces y ya no estaba.
Como un pájaro enjaulado que echa a volar, se marchó para siempre la última esperanza.
Ya no queda nada. No hay ninguna luz. Sólo la oscuridad.