19.4.18

'Crónicas del fin', de Gabriella Campbell y José Antonio Cotrina

En mayo sale en papel Crónicas del fin, de Gabriella Campbell y José Antonio Cotrina. El libro ya lo habían autoeditado ellos por entregas en digital - con ilustraciones muy chulas de Libertad Delgado - y la primera me enganchó lo suficiente como para comprar las otras cuatro. Lo cual no es decir poco, tal y como está la economía.

En general Crónicas del fin me gustó y me alegró descubrir un buen título de literatura fantástica en castellano. Creo que no disfrutaba tanto un libro español del género desde que leí a Javier Negrete. No quiero ponerme proteccionista - Crónicas del fin tiene sus propias virtudes - pero siempre es agradable encontrar fantasía en tu idioma que no sea un mejunje rancio a base de mezclar a Tolkien con Weis y Hickman.

Crónicas del fin narra las aventuras de un grupo de personajes tiempo después de que la Tierra se atacada por unos misteriosos seres de pesadilla. No quiero detenerme demasiado en el argumento ni reventarlo, así que dejo un extracto de la sinopsis:

Adrastea (Adra para amigos y enemigos) recorre este mundo de terror en busca de monstruos a los que dar caza. Así es como sobrevive. Así consigue dinero para los hechizos de su lanzaensalmos y para pagar su habitación en Testamento, uno de los pocos bastiones que todavía ofrecen protección a lo que queda de la raza humana.

Es imposible condensar en un comentario todo lo que compone un libro, más aún uno con tantos matices como éste. Prefiero centrarme en los puntos en que brilla más y, sobre todo, analizar algunos elementos que me han interesado especialmente. De la forma apuntaré brevemente que la narración es ágil y divertida y el mundo está muy bien construido.

Es en la fantasía donde destaca Crónicas del fin. Como mencioné antes, los elementos sobrenaturales son genuinos y no una mera excusa para apoyar el argumento. Dicho claramene, lo importante son la trama y el universo que la sustenta, no descubrir a cuál de los dos tipos que se pelean por ella elegirá la protagonista.

Pese a que se la puede encuadrar en lo que hoy se llama young adult, esta novela contiene fantasía dura. Está llena de magia, engendros y criaturas - a cada cual más rara - prodigios y aventuras. La estética es grimdark con trazas de horror cósmico, algo alejado de la epopeya estándar y, desde luego, no el subgénero más explorado en nuestro idioma

Pero aun en su estilo particular, Crónicas del fin no carece de influencias. Personalmente, he querido ver reminiscencias de StarCraft. Lo digo por pura intuición, pero creo atisbar algo de los zerg en aquellos enjambres de pesadilla, esas moles que flotan silenciosas en el cielo o el modo en que los monstruos transforman la realidad para acomodarla a su propia y extraña naturaleza. Campbell y Cotrina habrían logrado introducir en su obra elementos de un medio muy distinto, el videojuego. No sé si acertaré o no, pero en cualquier caso la fusión es uno de los mayores atractivos del libro.

La mezcla es inherente a Crónicas del fin. Encontramos recursos de la ciencia-ficción adaptados a un universo mágico: las naves voladoras, las armas de fuego o recursos tan infrecuentes en el género fantástico como las drogas tienen una explicación fantástica. La propia premisa del libro - la invasión de la Tierra por seres de otros mundos - es la reinvención de un concepto clásico desde nuevos puntos de vista.

Pero son los guiños y referencias lo que a mí más me ha gustado.. Soy muy fan de los libros que incluyen “huevos de Pascua” para que el lector los vaya encontrando. Crónicas del fin está llena de alusiones a la mitología clásica, a la Biblia o a su propio universo. Antes de analizar algunos ejemplos quiero avisaros de que, si bien no hablaré del argumento, sí comentaré algunas cosas de los personajes; quizá prefiráis volver a los siguientes tres párrafos después de terminar el libro - si no lo habéis hecho ya - y compartir vuestra opinión en los comentarios.

Referencias culturales y trasfondo


La protagonista, Adrastea, tiene nombre de ninfa griega. Adrastea era una de las personificaciones de Némesis, la diosa de la venganza. No parece casual, ya que la venganza es precisamente una de las motivaciones del personaje por la muerte de su madre, Rhea, quien a su vez se llama como una de las titánides de la mitología griega. Pero Rhea era también la madre de los gemelos Rómulo y Remo - los que hayáis leído el libro encontraréis relevante este detalle -. Décima, otro personaje principal, comparte nombre con una de las Parcas romanas.

Crónicas del fin incluye asimismo referencias bíblicas. Es el caso de Elyon, uno los muchos apelativos de Dios; concretamente significa "el Altísimo" - mientras que la segunda entrega de la serie se titula, precisamente, El dios en las alturas -. Los seres que invaden nuestro mundo son los leviatanes, nombre del legendario monstruo del Antiguo Testamento. Absalón, por su parte, era uno de los hijos del rey David. La narración juega bastante con este tipo de elementos: los cruzados, la cruz, el vago recuerdo que sobrevive del mundo anterior y sus creencias; esto da profundidad al trasfondo y lo dota de un cierto misterio.

Junto a la mitología, los autores se valen del lenguaje para dejar pistas a los lectores. Es el caso de Gale, uno de los personajes centrales, cuyo nombre significa significa “tormenta” en inglés. La última metáfora, que la propia autora dejó entrever hace tiempo en un artículo de su blog, corresponde a Winston, el galgo de Adra: podría aludir a la depresión a través de Winston Churchill, de quien se dice que la sufría y se refería a ella como su “perro negro”. El animal sería así una alegoría viviente de la enfermedad - que acompaña a Adra a todas partes -.

Seguro que las que menciono no son todas las referencias; sin duda se me escapan muchas de ellas y quizá haya equivocado otras. Sería interesante que intentéis hacer vuestros propios hallazgos si leéis el libro. A mí personalmente me gusta mucho, le da otra dimensión a la lectura y es divertido, como ir encontrando los secretos en un videojuego. Denota ambición narrativa y confianza en el lecto, y este tipo de técnicas ayudan a tejer un universo sólido que podría expandirse mucho en el futuro.

Crónicas del fin es literatura fantástica de calidad; explora caminos no tan manidos, toma recursos de lugares muy distintos y añade los suyos propios. Para mí ha sido también la ocasión de acercarme al trabajo de Cotrina, que no conocía, mientras que de Campbell ya había leído su colección de relato breve, Lectores aéreos. Es, en definitiva, un título apto para cualquier aficionado hardcore del género, pero lo recomiendo a cualquiera que disfrute con la buena narrativa en general.

5.4.18

Sauron da más miedo que Cthulhu

O Tolkien da más miedo que Lovecraft, pese a que éste crease un universo de terror del que nació todo un subgénero. Su obra se basa en la premisa de que el ser humano habita una negrura cósmica que esconde horrores más allá de su entendimiento. La idea en sí es muy buena, pero creo que la ejecución podría mejorarse.

El terror de Lovecraft es muy plástico. Es demasiado informativo si lo comparamos con el de Stephen King, por ejemplo, que se basa precisamente en lo que no sabes. El horror cósmico en teoría bebe de lo desconocido, pero Lovecraft siempre arroja luz sobre aquellos espantos supuestamente indiscernibles.

Leí en un foro que el problema con Lovecraft es que su literatura no se había pensado para ser representada visualmente, algo que en la red es continuo, ya que juega con la imposibilidad y la aberración. No es mala teoría, pero lo cierto es que el terror de Lovecraft ya era terrenal antes de internet. La llamada de Cthulhu, por ejemplo, contiene una descripción detallada del principal dios lovecraftiano, tirando por tierra la idea de que sus horrores no encajan en el mundo material.

Las abominaciones de Lovecraft son, después de todo, monstruos con tentáculos. De mayor o mayor tamaño o con más o menos bocas babeantes, pero al fin algo tan clásico como monstruos devoradores de hombres en lugar de las abominaciones no eucledianas que, en teoría, deberían ser.


Aunque no era su campo, sin embargo, hay algo de terror cósmico en la obra de Tolkien. Creo que Sauron - y antes que él, Melkor - son dos buenos ejemplos narrativos de lo que yo imaginaría como el antagonista de una novela de este género. Sauron aporta una oscuridad y una inquietud que Cthulhu no consigue.

Las entidades de Tolkien son también terrenales, pues quieren arrasar el mundo y establecer un régimen de tinieblas de forma más o menos humana. Pero el británico dotó a sus personajes de naturalezas complejas. Sauron tiene una dimensión mundana que es representada por los orcos, encarnación de la violencia y la brutalidad. Del otro lado, no obstante, Sauron es también lo desconocido. Es lo de fuera, lo que no podemos ver. Habita en un plano a la que el ser humano no puede llegar y cuya espantosa extensión apenas logra intuir.

Los reyes caídos bajo el embrujo de Sauron, los naz-gûl, representan el único y espeluznante vínculo entre la abominación y lo humano, entre la oscuridad impenetrable y el mundo conocido. Son la mejor muestra de que el horror de Sauron y Melkor tiene un poder corruptor. La capacidad transformadora del terror es uno de los recursos más perturbadores del género, y de los menos explorados. En Lovecraft se vislumbra a través de los diferentes cultos y sociedades secretas, pero en mi opinión está mucho más desarrollado en la Tierra Media.

Por el poder de Sauron los reyes pasaron a ser espíritus de pesadilla. De los elfos, sin que entendamos cómo, Melkor produjo a los orcos. La tierra fértil se degradó hasta convertirse en la devastación de Mordor. Sauron atrapa a quienes le siguen en una autodestructiva fascinación. Puede alargar sus vidas de forma grotesca hasta arrastrarlos a un mundo de oscuridad como le ocurrió a Gollum, o conducirlos a la locura y la condenación como a Isildur.

Uno de los mejores ejemplos del horror según Tolkien está en el pasaje donde el Rey Brujo amenaza a Eowyn en El retorno del Rey:

No es tu vida lo que arriesgas perder si te atreves a desafiarme; a ti no te mataré: te llevaré conmigo muy lejos, a las casas de los lamentos, más allá de todas las tinieblas, y te devorarán la carne, y te desnudarán la mente, expuesta a la mirada del Ojo sin Párpado.

Lo maravilloso de esta cita no es lo que dice, sino lo que no dice. ¿Qué son las casas de los lamentos? ¿Qué hay más allá de todas las tinieblas? ¿Qué quiere decir con que le desnudarán el alma, con que la expondrán?

Una lista de preguntas que podemos ampliar cuanto queramos; al final y al cabo, ¿quién es Saron? ¿Qué es? De él solo tenemos nociones. El ojo sin párpado. La extraña forma en que el Anillo pesa cada vez más a quien lo lleva. La sensación de ser vigilado, que atormenta a Frodo. La sombra que le queda dentro para siempre. El modo en que su contacto corrompió hasta la aberración a Sméagol.

Sin pretenderlo, Tolkien dibujó un universo de tinieblas como los que fascinaban a Lovecraft. Pero Sauron no es un enorme monstruo que se limita a abrir la boca para devorar a sus víctimas. En el discurso del Rey Brujo se halla lo más revelador: "te llevaré conmigo muy lejos". Es un mal de otra realidad. Sauron es un horror que nos sobrepasa, que no tiene forma. Es el terror puro, lo desconocido. Sauron puede desnudarte el alma.