16.11.07

[carne y huesos]

Existió una vez una tierra llena de pueblos y criaturas prodigiosas. Se sentían tan a flor de piel los poderes de la naturaleza, que la magia parecía cosa corriente. Y tan grandes y fabulosos eran sus habitantes, que las guerras se hacían rutina.
En una ocasión surgió un hombre de cualidades casi sobrenaturales. Tan diestro era en el manejo de la espada como en el de la lengua. Su retórica sedujo a todos los personajes notables, su estrategia sojuzgó a los más poderosos ejércitos y su carisma enamoró incluso a los pueblos más ariscos. Se convirtió en señor supremo y absoluto de toda aquella tierra maravillosa.
Durante años gobernó con justicia y firmeza, y el país adquirió cotas de esplendor que jamás se habían dado y nunca habrían de repetirse. Fue una edad de oro tan gloriosa y brillante que incluso los dioses, furiosos, enloquecieron de envidia. Y también los hombres, usureros y truhanes, codiciaron las riquezas y la grandeza del poderoso líder.
Primero se desataran las guerras. Sin embargo, él siempre ganaba: tan astuto era en el diseño de la batalla, honorable y valiente al mando del ejército; después comenzaron los atentados, pero resultó igualmente infructuoso. Uno a uno, los potenciales asesinos caían bajo la llama de su espada. Era invencible en el arte del acero.
Tras haber acabado con cien ejércitos traidores y mil tramposos asesinos, el líder fue sin embargo derrotado, de una forma que convirtió en maestría su propia simplicidad. Invitáronle sus más allegados a un gran banquete con manjares, vino y mujeres en la más opulenta sala de su palacio, para celebrar las repetidas victorias. Emborracháronle. Y una vez estuvo ebrio, el más débil le retó en duelo. Acometió...
...y de un sólo mandoble le decapitó.

FIN
[11.07]




1 comentario:

  1. A veces la astucia es más fuerte que la fuerza y la sabiduría...

    Un saludo!!

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