Le parecía un día como otro cualquiera. Cuando llegó a su casa, por la noche, dejó las llaves y la cartera encima de una mesita, miró el móvil antes de apagarlo. Encendió la pequeña lamparita que había en el salón y dio una vuelta, como para comprobar que todo estaba en orden. Entonces se dio cuenta de que necesitaba hacer aguas mayores. Fue al baño.
Una vez allí tuvo ciertos problemas. Notaba una sensación desagradable, como de estreñimiento, le costaba. Tal vez fuera alguna mierda que hubiera en la cena en aquel restaurante, aunque parecía limpio. Se remangó la azulona camisa y continuó haciendo fuerza, viéndose por el rabillo del ojo, su gorda cara enrojecida, los dientes apretados, ¿qué pasaba? ¿Estaba enfermo?
No solía ponerse nervioso, no era hipocondríaco, pero tenía una extraña incomodidad en el pecho, en la boca del estómago, como un cierto ahogo, como si hubiese algo ahí. Hacía tiempo que le ardían los pulmones, por el tabaco, solía decirse. A veces le asaltaban los pensamientos que a todos los fumadores atacan, el miedo, el cáncer, todas esas cosas. Pero bueno... Esto sólo puede ser un pequeño caso de estreñimiento, algo le habría sentado mal al comer.
Entonces vino el estallido. ¡Qué alivio, por fin! Pero fue demasiado fuerte, ¡plas! Sintió como si algo enorme saliese de dentro de él y cayese en el inodoro; notó, de hecho, la sensación fría y repugnante de toda el agua salpicando y empapándole los bajos. Agua, ¿nada más?
De repente se encontró mal, muy mal. Fue instantáneo. Estaba vacío por dentro, ¿era posible? Empezó a sentir miedo, sudores fríos, se mareaba, la habitación daba vueltas. Se agarró a los bordes del retrete para no caer y luego, raudamente, se levantó y miró al interior de la taza. ¡Era cierto!
Pudo ver todo lleno de sangre, rojo como la misma muerte, empapado; en medio, en el agujero del sanitario, el conjunto grotesco de sus tripas expulsadas. Los intestinos, el estómago, el páncreas y los riñones, también el hígado y la vesícula y... ¿aquella masa viscosa y gris era quizá el cerebro? La repulsiva sopa sanguinolienta resbalaba por las paredes del inodoro hundiéndose, poco a poco, en las aguas rojizas y malolientes.
Iba a vomitar, pero no había nada en su interior para hacerlo. ¿Cómo había podido ocurrir? Sintió pánico y quiso llamar a Urgencias rápidamente, miró en derredor pero no había traído el móvil. Empezó a perder la fuerza en las piernas, que se doblaron, y tuvo tiempo de tirar de la cadena antes de caer de rodillas. Abrazado al váter cerró los ojos y empezó a perder el sentido, lenta y fríamente, y mientras desfallecía sólo supo pensar: ¡qué cosa más estúpida!
Una vez allí tuvo ciertos problemas. Notaba una sensación desagradable, como de estreñimiento, le costaba. Tal vez fuera alguna mierda que hubiera en la cena en aquel restaurante, aunque parecía limpio. Se remangó la azulona camisa y continuó haciendo fuerza, viéndose por el rabillo del ojo, su gorda cara enrojecida, los dientes apretados, ¿qué pasaba? ¿Estaba enfermo?
No solía ponerse nervioso, no era hipocondríaco, pero tenía una extraña incomodidad en el pecho, en la boca del estómago, como un cierto ahogo, como si hubiese algo ahí. Hacía tiempo que le ardían los pulmones, por el tabaco, solía decirse. A veces le asaltaban los pensamientos que a todos los fumadores atacan, el miedo, el cáncer, todas esas cosas. Pero bueno... Esto sólo puede ser un pequeño caso de estreñimiento, algo le habría sentado mal al comer.
Entonces vino el estallido. ¡Qué alivio, por fin! Pero fue demasiado fuerte, ¡plas! Sintió como si algo enorme saliese de dentro de él y cayese en el inodoro; notó, de hecho, la sensación fría y repugnante de toda el agua salpicando y empapándole los bajos. Agua, ¿nada más?
De repente se encontró mal, muy mal. Fue instantáneo. Estaba vacío por dentro, ¿era posible? Empezó a sentir miedo, sudores fríos, se mareaba, la habitación daba vueltas. Se agarró a los bordes del retrete para no caer y luego, raudamente, se levantó y miró al interior de la taza. ¡Era cierto!
Pudo ver todo lleno de sangre, rojo como la misma muerte, empapado; en medio, en el agujero del sanitario, el conjunto grotesco de sus tripas expulsadas. Los intestinos, el estómago, el páncreas y los riñones, también el hígado y la vesícula y... ¿aquella masa viscosa y gris era quizá el cerebro? La repulsiva sopa sanguinolienta resbalaba por las paredes del inodoro hundiéndose, poco a poco, en las aguas rojizas y malolientes.
Iba a vomitar, pero no había nada en su interior para hacerlo. ¿Cómo había podido ocurrir? Sintió pánico y quiso llamar a Urgencias rápidamente, miró en derredor pero no había traído el móvil. Empezó a perder la fuerza en las piernas, que se doblaron, y tuvo tiempo de tirar de la cadena antes de caer de rodillas. Abrazado al váter cerró los ojos y empezó a perder el sentido, lenta y fríamente, y mientras desfallecía sólo supo pensar: ¡qué cosa más estúpida!
Querido mío, nos dejas un relato fuerte, muy vivido, tremendamente descriptivo, tanto que parece que uno puede ver la película entera con solo cerrar los ojos.
ResponderEliminarEs una forma muy impactante de hablar del vacío de una persona. No es mi caso pero hay gente que me ha dicho que siente que cada vez pierde más cosas, justo como si fuer aun procesoi interminable que no tuviera fin. En este caso es un vacío repentino, temido, e inexplicable.
Me gustó pues, un beso
A eso se le llama vaciarse del todo y lo demás es tontería... El final, no sé por qué, me hizo gracia... Besos!!
ResponderEliminarMe alegro que te guste, Tani, y también que alguien pueda encontrar un significado profundo en mi cuento.
ResponderEliminarSobre lo que comentas acerca de la pérdida, no sé, probablemente yo sea una de esas personas, que considero la vida una constante resta, lo que vamos sumando en realidad es el conjunto de las cosas que perdemos con los años - o, en este caso, en un instante -.
Sí, el final puede tener su gracia Vicky, de hecho, mientras escribía iba encontrando el absurdo y prácticamente es lo que yo saqué en claro de todo esto.
bsts!
Muy bueno, me gusta mucho cómo escribes.
ResponderEliminarMe alegro que te guste ., espero verte a menudo por aquí.
ResponderEliminarMe encanta ese humor negro y grotesco que has utilizado como metáfora. Pareces muy bueno imaginando, sinceramente. Felicidades.
ResponderEliminarCasi hace que me ría de mí misma cuando recuerdo las situaciones en que me he sentido vacía.
Me alegro que te gustara Banshee, la verdad es que quería que quedase gracioso y un poco asqueroso a la vez.
ResponderEliminarMe gusta imaginar cosas, aunque luego me cuesta bastante desarrollarlas.
!Qué buen relato!!! Me encanta ese humor negro y grotesco, además puede tener otras interpretaciones un poco mas existenciales, como decía Tani. Te felicito.
ResponderEliminarTe sigo, inmediatamente!
ResponderEliminarMuchas gracias, me alegro que te guste. Espero verte por aquí.
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