Destruir recuerdos se había convertido en algo habitual. No podía decirse que fuese una costumbre, pero lo hacia a menudo. En principio sólo cosas que estorbaban: cajas llenas de papeles, documentos o incluso fotos. Luego empezó a acostumbrarse a hacerlo sin ningún motivo: molestasen o no, asaltaba aquellos paquetes de papelotes y objetos varios y los ponía en una mesa, se sentaba ante ellos y los iba examinando uno a uno. Esbozaba una sonrisa cuando le despertaban algún recuerdo agradable y luego ras, ras, con la misma alegría, ras, ras, a la basura.
"Pero hombre, ¿cómo haces eso?", le decían. "Luego te vas a arrepentir", o "con el tiempo te daría gusto conservarlos". Pero, ¿por qué? Había concluido que no tenían ninguna utilidad práctica: firmas de gente que había sido especial hacía años. Cartas. Fotografías. Alguna anotación en un cuaderno, un mechero que en su día fue importante no recordaba bien por qué. Personas que le habían hecho daño y le habían destrozado el corazón. No necesitaba objetos que las revivieran; el dolor lo llevaba metido dentro. Incrustado. Lo material sobraba.
Y parecía que conseguía algo cuando iba llenando la bolsa de restos de papel, imágenes rotas y menudencias: una cinta para el pelo, varios anillos, un peluche, unos calcetines, las gafas de sol partidas, arena de playa, un trozo de tela con una palabra escrita. Tirarlo todo al contenedor e imaginar cómo se retorcía dentro del camión de la basura era liberador; como si desapareciesen también de su propia memoria. Como si su corazón también pudiese despedazar aquellos recuerdos, la mayoría malos.
Y los buenos, también. ¿De qué servía recordar que en un momento todo fue mejor y más feliz? "Pero no seas así, ¿no ves que es una pena?" Son mis recuerdos y los tiro si me da la gana. Y es lo que pienso hacer, se decía. Y lo hacía. ¿Conseguía algo? Posiblemente no: el presente seguía estando ahí. Seguiría recordando vivamente todo lo que había perdido, todo lo bueno que ya no volvería. Pero en su momento resultaba agradable destrozarlo todo, deshacerse de todo. Casi parecía una lástima no tener más pasado para encontrar más objetos inservibles que tirar.
"Pero hombre, ¿cómo haces eso?", le decían. "Luego te vas a arrepentir", o "con el tiempo te daría gusto conservarlos". Pero, ¿por qué? Había concluido que no tenían ninguna utilidad práctica: firmas de gente que había sido especial hacía años. Cartas. Fotografías. Alguna anotación en un cuaderno, un mechero que en su día fue importante no recordaba bien por qué. Personas que le habían hecho daño y le habían destrozado el corazón. No necesitaba objetos que las revivieran; el dolor lo llevaba metido dentro. Incrustado. Lo material sobraba.
Y parecía que conseguía algo cuando iba llenando la bolsa de restos de papel, imágenes rotas y menudencias: una cinta para el pelo, varios anillos, un peluche, unos calcetines, las gafas de sol partidas, arena de playa, un trozo de tela con una palabra escrita. Tirarlo todo al contenedor e imaginar cómo se retorcía dentro del camión de la basura era liberador; como si desapareciesen también de su propia memoria. Como si su corazón también pudiese despedazar aquellos recuerdos, la mayoría malos.
Y los buenos, también. ¿De qué servía recordar que en un momento todo fue mejor y más feliz? "Pero no seas así, ¿no ves que es una pena?" Son mis recuerdos y los tiro si me da la gana. Y es lo que pienso hacer, se decía. Y lo hacía. ¿Conseguía algo? Posiblemente no: el presente seguía estando ahí. Seguiría recordando vivamente todo lo que había perdido, todo lo bueno que ya no volvería. Pero en su momento resultaba agradable destrozarlo todo, deshacerse de todo. Casi parecía una lástima no tener más pasado para encontrar más objetos inservibles que tirar.
Hay personas así, como también de esas que lo guardan todo, pienso que un equilibrio entre ambas sería lo adecuado.
ResponderEliminarUn saludo
La memoria, esa ramera.
ResponderEliminarDeshacerse de los recuerdos sólo para empezar de cero...
ResponderEliminarYo de pequeña lo guardaba todo, hasta que descubrí el dulce sonido del RAS.
ResponderEliminarYo aún tiendo a acumular... Pero es liberador el deshacerse de algunas cosas, la verdad :-D Besitos!!!
ResponderEliminarSí, yo era de guardarlo todo... pero se acabó.
ResponderEliminar¡Besos!