"Toda persona que recibía nombramiento eclesiástico tenía que remitir a la Curia papal (...) la mitad de los ingresos de su puesto por el primer año (anata) y después, anualmente, el diezmo o décima parte. El nuevo arzobispo tenía que pagar al papa una suma sustancial por el palio, una banda de lana blanca que servía de confirmación e insignia de su autoridad. Al morir un cardenal, arzobispo, obispo o abad, sus posesiones personales volvían al papado. [...] Por todo juicio o favor que otorgaba, la Curia esperaba un regalo como reconocimiento, y a veces el regalo determinaba el juicio que se dictaba".
Will Durant.
A history of civilization.
Rosa (van al aire)
ResponderEliminarEl caso es pillar...Luego el obispo le pide al cura, el cura a los fieles, Los fieles ricos a los pobres ... y estos van a Cáritas. Cerrándose a si el círculo.
Lo qué me haces pensar...
Saludos desde el aire
Y ahí siguen.
ResponderEliminarMe suena similar a lo que sucede en las mafias italianas
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