En las películas americanas suelen atrapar al asesino en el último momento. En las series ocurre lo mismo. Durante todo el capítulo están interrogando sospechosos, hablando con testigos, cotejando pruebas y recomponiendo escenarios mientras el psicópata de turno tiene a la chica encerrada en el sótano de su casa.
Él envía pistas falsas, transmite mensajes. "Está jugando con nosotros", dice muy cabreado uno de los agentes. "Nos vamos a divertir juntos", asusta el sádico a su víctima. Entonces llega el fatídico momento en que abre la puerta del sótano, hacha en mano, y baja lentamente las escaleras.
Justo en ese instante uno de los investigadores recuerda algún detalle absurdo, algo sin importancia aparente. Un ruido de fondo en una grabación telefónica, un tipo determinado de tierra en la escena del crimen. Cualquier nimiedad le permite saber el sitio exacto donde el asesino oculta a su presa.
Por suerte para todos el criminal baja las escaleras a una velocidad extraordinariamente lenta. Parece que se deleita en cada paso. La chica tiembla, llora, suplica, se agazapa. Pero los buenos ya están dispuestos: helicópteros, coches, furgonetas. En apenas unos minutos el juez ya ha dictado la orden de asalto - o suponemos que lo ha hecho - y en aún menos tiempo el Séptimo de Caballería ha llegado al rescate.
Rompen puertas y ventanas, atrapan al malo, rescatan a la chica. "Ya ha pasado todo, Jenny", le dice abrazándola una agente. "Ya se ha ido, tranquila".
Sí, en una situación así es difícil no acordarse de una de esas series. Es algo natural. Pero al mismo tiempo muy distinto.
Es una habitación pequeña, de terrazo. Dos metros de superficie por uno de alto; no tiene espacio para ponerse de pie. La única luz viene de una vieja bombilla roja encendida delante de ella. Como las que usan los fotógrafos en el estudio.
Preferiría que estuviese apagada; le permite comprobar que el lecho sobre el que descansa está formado de huesos. Hay algunas calaveras y por eso sabe que esto no es ninguna broma. Intenta apagar la bombilla, romperla, pero las cadenas que la aferran a la pared no le dejan acercarse lo suficiente.
Cualquiera pensaría que la policía está en camino. La están buscando, de eso no tiene duda. Pero no tiene claro que hayan encontrado alguna pista; el ruido de los árboles en un mensaje del asesino, el color del barro en las botas de algún sospechoso. Que se estén acercando allí cientos de coches con las luces encendidas. No, no está segura de eso.
En realidad lo duda bastane. El psicópata lo dejó claro. "Esto es un coto de caza y tú eres mi presa"; - él también ha visto muchas películas -. Le explicó que era una zona de montaña y que nunca pasaba gente por allí. "No vive nadie en treinta kilómetros a la redonda". Un área rural, despoblada. Y no le miente. En los últimos diez meses el lugar no habrá recibido a más de cinco personas: un par de guardias forestales, algún senderista y un puñado de cazadores.
Sabe que está bajo tierra. El asesino excavó un foso, a diez metros por debajo del nivel del suelo, al que se accede mediante unas empinadas escaleras esculpidas a mano. Sí, ojalá todo fuera el episodio de una serie americana. En el último instante hallarían la respuesta y en un segundo estarían allí. Pero escucha un ruido y no es precisamente el de una sirena.
Alguien descorre los pesados cerrojos que traban la trampilla de madera. La levanta y comienza a descender. Pero baja las escaleras increíblemente rápido en comparación con los malos de las películas.
Él envía pistas falsas, transmite mensajes. "Está jugando con nosotros", dice muy cabreado uno de los agentes. "Nos vamos a divertir juntos", asusta el sádico a su víctima. Entonces llega el fatídico momento en que abre la puerta del sótano, hacha en mano, y baja lentamente las escaleras.
Justo en ese instante uno de los investigadores recuerda algún detalle absurdo, algo sin importancia aparente. Un ruido de fondo en una grabación telefónica, un tipo determinado de tierra en la escena del crimen. Cualquier nimiedad le permite saber el sitio exacto donde el asesino oculta a su presa.
Por suerte para todos el criminal baja las escaleras a una velocidad extraordinariamente lenta. Parece que se deleita en cada paso. La chica tiembla, llora, suplica, se agazapa. Pero los buenos ya están dispuestos: helicópteros, coches, furgonetas. En apenas unos minutos el juez ya ha dictado la orden de asalto - o suponemos que lo ha hecho - y en aún menos tiempo el Séptimo de Caballería ha llegado al rescate.
Rompen puertas y ventanas, atrapan al malo, rescatan a la chica. "Ya ha pasado todo, Jenny", le dice abrazándola una agente. "Ya se ha ido, tranquila".
Sí, en una situación así es difícil no acordarse de una de esas series. Es algo natural. Pero al mismo tiempo muy distinto.
Es una habitación pequeña, de terrazo. Dos metros de superficie por uno de alto; no tiene espacio para ponerse de pie. La única luz viene de una vieja bombilla roja encendida delante de ella. Como las que usan los fotógrafos en el estudio.
Preferiría que estuviese apagada; le permite comprobar que el lecho sobre el que descansa está formado de huesos. Hay algunas calaveras y por eso sabe que esto no es ninguna broma. Intenta apagar la bombilla, romperla, pero las cadenas que la aferran a la pared no le dejan acercarse lo suficiente.
Cualquiera pensaría que la policía está en camino. La están buscando, de eso no tiene duda. Pero no tiene claro que hayan encontrado alguna pista; el ruido de los árboles en un mensaje del asesino, el color del barro en las botas de algún sospechoso. Que se estén acercando allí cientos de coches con las luces encendidas. No, no está segura de eso.
En realidad lo duda bastane. El psicópata lo dejó claro. "Esto es un coto de caza y tú eres mi presa"; - él también ha visto muchas películas -. Le explicó que era una zona de montaña y que nunca pasaba gente por allí. "No vive nadie en treinta kilómetros a la redonda". Un área rural, despoblada. Y no le miente. En los últimos diez meses el lugar no habrá recibido a más de cinco personas: un par de guardias forestales, algún senderista y un puñado de cazadores.
Sabe que está bajo tierra. El asesino excavó un foso, a diez metros por debajo del nivel del suelo, al que se accede mediante unas empinadas escaleras esculpidas a mano. Sí, ojalá todo fuera el episodio de una serie americana. En el último instante hallarían la respuesta y en un segundo estarían allí. Pero escucha un ruido y no es precisamente el de una sirena.
Alguien descorre los pesados cerrojos que traban la trampilla de madera. La levanta y comienza a descender. Pero baja las escaleras increíblemente rápido en comparación con los malos de las películas.
Lo interesante es que el posible asesino, ya que no hay hecho consumado aun, igual se toma el tiempo de explicar su ubicación, forma y detalles de lugar en el que tiene a victima.
ResponderEliminarUn asesino que no hablara seria interesante. Uno que simplemente asesine
Buen relato. Me ví viendo "Bones"
Gracias Bruno. Tienes razón, Bones se presta bastante a esta historia.
ResponderEliminarRosa (Van al aire)
ResponderEliminarAtrapa tu manera de contar la historia, quedas en suspenso al lector.
Muy buen relato. Gracias
Saludos desde el aire
Gracias a ti Rosa.
ResponderEliminarMuy bien contado Javier, me ha sorprendido la parte descriptiva, aunque la narrativa también está muy bien!
ResponderEliminarUn saludo!!
¿Ves?, el cocinero sigue ideando platos de muy buen gusto. Enhorabuena.
ResponderEliminarIntriga, amor, comedia, terror... si es americana, es ficticia.
ResponderEliminarMe hizo acordar de "Los hombres que no amaban a las mujeres" de Stieg Larsson. Tu relato tiene todos los condimentos para el suspenso. Abrazos.
ResponderEliminarMe alegro que te guste Sucede.
ResponderEliminarPues no eres el primero que lo dice, F. xD
Cierto, MâKtü[b]. El problema está en llegar a no darse cuenta y confundirlo con la realidad.
Gracias fgiucich. Me llama la atención esa saga, me apunto tu comentario.
Saludos a todos.
Me gusta cómo encrudeces aún más la situación comparándola con la ficción "normal" y cómo dejas un final abierto, aunque bastante claro...
ResponderEliminarEchaba de menos leerte con calma :-D Besos!!!
Me alegro de que te pases por aquí. :)
ResponderEliminarBesotes.