En ningún momento me planteé no creerla. La santera fue clara:
- Tienes un ángel negro viviendo dentro de ti.
No iba a haber viajado a aquella comarca perdida, a aquella aldea entre los bosques para no creerla.
- En tu corazón llevas escrita la huella de cientos de crímenes. De los crímenes peores, los de dentro.
- ¿Y qué puedo hacer?
- Está ese ángel negro viviendo en tu interior. Es un ser oscuro que te acabará devorando. Pero aún tienes esperanza: lo puedes derrotar.
- ¿Cómo?
- Mata lo que eres. El ángel negro morirá contigo. Y tú morirás con él. Y entonces no serás. Desaparecerás, pero nacerá un nuevo tú. Y será un tú que tendrá dentro un ángel blanco. Un ángel luminoso.
- Pero, ¿cómo voy a destruir lo que soy?
- Es duro, pero si quieres puedes hacerlo. Sólo necesitarás decisión.
- ¿Y no puedes estar equivocada?
La vieja no se indignó. Más bien reaccionó como si acabase de escuchar una estupidez:
- Las dianas y los santos no se equivocan.
Han pasado años desde que hablé con la santera en un sueño. Aún guardo esperanza. Aún imagino que el ángel negro terminará por morir, y yo con él. Y que de nuevo naceré. Y seré otro yo. Pero siempre me pasa lo mismo: mañana... pronto... algún día.
Aún sigo luchando con él. Sigo pensando que quizá pueda vencerle pero, de momento, me está ganando la partida.
- Tienes un ángel negro viviendo dentro de ti.
No iba a haber viajado a aquella comarca perdida, a aquella aldea entre los bosques para no creerla.
- En tu corazón llevas escrita la huella de cientos de crímenes. De los crímenes peores, los de dentro.
- ¿Y qué puedo hacer?
- Está ese ángel negro viviendo en tu interior. Es un ser oscuro que te acabará devorando. Pero aún tienes esperanza: lo puedes derrotar.
- ¿Cómo?
- Mata lo que eres. El ángel negro morirá contigo. Y tú morirás con él. Y entonces no serás. Desaparecerás, pero nacerá un nuevo tú. Y será un tú que tendrá dentro un ángel blanco. Un ángel luminoso.
- Pero, ¿cómo voy a destruir lo que soy?
- Es duro, pero si quieres puedes hacerlo. Sólo necesitarás decisión.
- ¿Y no puedes estar equivocada?
La vieja no se indignó. Más bien reaccionó como si acabase de escuchar una estupidez:
- Las dianas y los santos no se equivocan.
Han pasado años desde que hablé con la santera en un sueño. Aún guardo esperanza. Aún imagino que el ángel negro terminará por morir, y yo con él. Y que de nuevo naceré. Y seré otro yo. Pero siempre me pasa lo mismo: mañana... pronto... algún día.
Aún sigo luchando con él. Sigo pensando que quizá pueda vencerle pero, de momento, me está ganando la partida.
Esto es una especie de vuelta de tuerca a la reencarnación, ¿no?
ResponderEliminarNo creo que nadie tenga un ángel blanco o un ángel negro dentro... Creo que, en todo caso, todos tendremos uno que tira más bien para el gris... Besos!!
Sí, el gris es lo que mejor nos define a la mayoría (aunque hay algún hijoputa que no, y también algún santo).
ResponderEliminar