Una buena noche se encontraba el profesor corrigiendo exámenes. Corrige que te corrige estaba sintiéndose solo. Aún más: se aburría muchísimo. No paraba de dar vueltas a la cabeza y entretenerse: ora se rascaba la profusa barba, ora se quitaba las gafas para frotarse los ojos o se llevaba las manos a la nuca cargada.
De repente se le ocurrió una idea. Se levantó se su escritorio y abandonó el estudio pobremente iluminado. Accedió al pasillo principal y encendió todas las luces. Después abrió la puerta de la calle y dejó allí colgado un cartel: "entrad, hacedme compañía".
Luego volvió a sus quehaceres. Como el despacho estuviera cerca de la entrada podía escuchar el silencio de la calle: a veces lo rompía el viento, otras algún grillo o un gato, raramente el motor de un coche. Pero nadie entraba. Seguía solo. Aburrido, volvió afuera y cambió el letrero: "entrad, os ofrezco compañía".
Regresó el profesor a su trabajo y pasaron más horas. Tantas que llegó a corregir todos los controles; concluyó su tarea. Despuntaba ya el alba y los primeros rayos del sol, azules, se mezclaban con la luz del flexo. Se asomó a la calle y releyó su cartel: "entrad, os ofrezco compañía". Nadie parecía haberlo leído. Decepcionado, quitó el letrero y entró en casa, cerró la puerta. Fuera quedó la calle en la mañana, desierta y silenciosa.
De repente se le ocurrió una idea. Se levantó se su escritorio y abandonó el estudio pobremente iluminado. Accedió al pasillo principal y encendió todas las luces. Después abrió la puerta de la calle y dejó allí colgado un cartel: "entrad, hacedme compañía".
Luego volvió a sus quehaceres. Como el despacho estuviera cerca de la entrada podía escuchar el silencio de la calle: a veces lo rompía el viento, otras algún grillo o un gato, raramente el motor de un coche. Pero nadie entraba. Seguía solo. Aburrido, volvió afuera y cambió el letrero: "entrad, os ofrezco compañía".
Regresó el profesor a su trabajo y pasaron más horas. Tantas que llegó a corregir todos los controles; concluyó su tarea. Despuntaba ya el alba y los primeros rayos del sol, azules, se mezclaban con la luz del flexo. Se asomó a la calle y releyó su cartel: "entrad, os ofrezco compañía". Nadie parecía haberlo leído. Decepcionado, quitó el letrero y entró en casa, cerró la puerta. Fuera quedó la calle en la mañana, desierta y silenciosa.
Nadie dijo que fuera cosa fácil.
ResponderEliminarLa gente no quiere compañía ni regalada, ¿no? XD Besos!!
ResponderEliminarNo sé nada de Paramparo desde que hace un mes se puso a corregir trescientos exámenes de economía. Y avisó de que desaparecía, sin duda lo ha cumplido. Le llamaré. Sólo ella y yo sabemos las palabras mágicas. Debe haberle pasado algo parecido. :(
ResponderEliminarLa gente estaba esperando, cada uno es su despacho, revisando todos la puerta y recolocando su cartel que rezaba "Entrad, os ofrezco compañía".
ResponderEliminarCada vez más y más solos.
"Entrad, acompañémonos".
ResponderEliminarHola buenas... te ví por mis jardines, te seguí, vi el cartel y me colé hasta la cocina. Espero que no te importe :-)
ResponderEliminarSaludillos
I e s u, Mariette, F. a lo tonto a lo tonto estamos creando una historia la mar de interesante. Debo reconocer que la parte de I e s u es especialmente desconcertante. :P
ResponderEliminarPuck, al contrario, te doy la bienvenida. No tengo gran cosa que ofrecer pero cabemos todos. :)
A mi también me pasa, espero que llegue la compañía en lugar de salir a buscarla. el resultado no es distinto.
ResponderEliminar"El" Creo que he puesto minúscula detrás del punto y me siento culpable XD
ResponderEliminarA mí también me pasa... creo que nos pasa a muchos. Y así nos vamos quedando...
ResponderEliminarNo te preocupes por la puntuación, no se lo contaremos a nadie. xD
(puerta) "entrad, oz ofrezco compañía"
ResponderEliminarse dejó vencer muy rápido...debería volver a colgar el cartel unas cuantas noches más, en diversos formatos...auque el momento ya pasó, y quizás carezca de todo sentido repetir ese gesto sin esa misma nesidad...quizás, la no respuesta fue el detalle perfecto que ayudó a agudizar su soledad y lo expuso a la brutal desnudez de su vacío...quizás....besos!
ResponderEliminarSerá el temor al ridículo o a lo desconocido? Abrazos.
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