Había empezado por la mañana. Parecía todo muy romántico. Se despertó sola y se sentó en la cama. Vio su reflejo ante sí, en el espejo del armario. Vestida con las bragas y la camiseta blanca que ocultaba unos pechos enormes. En la mesita había un sobre pequeñito y dentro una nota: "Sal a la calle y mira bajo el banco de la esquina". Era la letra de su chico.
Ilusionada por aquella tontería, se vistió con prisa y llegó al lugar que indicaba la tarjeta. Una vez allí, tocando con disimulo bajo las baldas de madera, encontró un segundo sobre pegado al banco con cinta adhesiva. "Toma el autobús de la línea dos hasta la parada de San Francisco y vuelve a mirar debajo del banco". Su chico, ¡qué tonto! ¿Qué clase de juego era aquel? No lo sabía, pero en todo caso parecía una forma estupenda de pasar una mañana de domingo. Finalmente subió al bus, embutida en los vaqueros azules y luciendo una sonrisa radiante.
Una vez en la parada indicada miró en el banco ruinoso de la marquesina. Procurando no llamar la atención de los que, junto a ella, esperaban el autobús, palpó bajo los asientos y arrancó un segundo mensaje. "Busca en la fuente del parque municipal". Marchó dando un paseo y llegó a los jardines públicos. Atravesó los senderos de tierra cruzándose con los jubilados que paseaban, los jóvenes que hacían deporte y las parejas abrazándose. Localizó el siguiente sobre en la fuente ornamental que había en el centro del recinto. "Un árbol inmediatamente después de la salida trasera".
¿Qué estará tramando? Pensaba, divertida. ¿A dónde llevará todo esto? No podía imaginarlo, pero siendo la dueña de una mente siempre calenturienta no paraba de vislumbrar algún tipo de sorpresa sexual y morbosa que su chico quería darle. Entusiasmada, se metió las manos en los bolsillos de la sudadera y caminó hasta alcanzar los límites del parque. Allí estaba la salida de servicio, una reja de hierro pintada de negro que daba a un descampado. A partir de ahí empezaba un paraje de árboles que iban haciéndose más numerosos hasta hacer un pequeño bosquecillo. Conocía el terreno porque era un lugar habitual para hacer botellón los sábados por la noche.
En el primer pino junto a aquella puerta, ya fuera de los muros del parque, estaba clavada con una chincheta la nota siguiente: "Sigue el sendero varios metros y toma la primera salida a la izquierda". Ella obedeció tal y como había venido haciéndolo. En principio le incomodó un poco; el caminillo de tierra se alejaba cada vez más de los jardines internándola en el campo solitario y frondoso. Por suerte no era miedosa y su mente empezó a derivar en suposiciones más o menos calientes: un revolcón entre los árboles a plena luz del día y en mitad de la nada... o no tanto. Lejos de la gente pero al aire libre, a fin de cuentas. Se reía con malicia paladeando la sorpresa que le esperaba, saboreándola.
Por fin halló la salida de la izquierda y comenzó a recorrer un nuevo camino, mucho más accidentado que el anterior. Estaba destrozado por las lluvias y las rodadas de varios vehículos, lleno de socavones y de baches. El sendero enfilaba cuesta abajo; al fondo del altozano se extendía una llanura diminuta rodeada de pinos y de abetos. En el centro había una casita. Una cabina de ladrillo de las que suelen contener cuadros eléctricos o tuberías y depósitos de agua. Repleta de pintadas y con las persianas entornadas, parecía haber sido abandonada hacía tiempo.
En la puerta había pegada con celo una nota: "Estoy dentro, esperándote. Te quiero, mi vida. Te deseo y ansío tenerte. No lo pienses más, entra". Ella no pudo evitar sonreír. Nerviosa, completamente excitada, pasó las manos por sobre el pomo de la puerta negra y empujó. Estaba abierto. Lo que vio en el interior le sorprendió.
No se trataba de una fría estancia industrial como había esperado. Alguien había dispuesto allí una especie de vivienda: una cama, una mesa y diversos muebles conformaban la decoración. Las paredes estaban empapeladas con motivos florales y numerosas velas de distintos colores iluminaban todo con su luz tenue. Vio lo que tenía ante sí y escuchó decir:
- Por fin te tengo...
Pero aquello no tenía nada que ver con su chico; su chico no estaba allí ni se le parecía. No podría describirse con palabras, ofrecerse explicación sensata del horror que le produjo lo que contempló en aquel lugar. Sintió - de una forma casi literal - que su corazón y sus pulmones se desplomaban de golpe sobre sus intestinos, aplastándolos. Le recorrió la espalda un sudor frío, los ojos se le nublaron y le asaltaron unas ganas irrefrenables de hacer aguas mayores. Es innecesario decir que le temblaban las piernas y también los labios, al tiempo que se le empapaba la mirada y le venía el impulso de llorar.
Finalmente lo hizo. A la vez se llevaba las manos a la cara y empezaba a negar para sí misma. Entonces todo comenzó a ponerse negro, tanto que diríase había anochecido: un ocaso imposible en el exterior. La oscuridad la envolvía en silencio y la puerta se cerraba sin hacer ruido. Parecía que las persianas también se hubieran bajado en virtud de las tinieblas que la rodearon impidiéndole ver; quedando allí sola, en la sombra absoluta, sola con el horror indescriptible que habitaba ese lugar.
Ilusionada por aquella tontería, se vistió con prisa y llegó al lugar que indicaba la tarjeta. Una vez allí, tocando con disimulo bajo las baldas de madera, encontró un segundo sobre pegado al banco con cinta adhesiva. "Toma el autobús de la línea dos hasta la parada de San Francisco y vuelve a mirar debajo del banco". Su chico, ¡qué tonto! ¿Qué clase de juego era aquel? No lo sabía, pero en todo caso parecía una forma estupenda de pasar una mañana de domingo. Finalmente subió al bus, embutida en los vaqueros azules y luciendo una sonrisa radiante.
Una vez en la parada indicada miró en el banco ruinoso de la marquesina. Procurando no llamar la atención de los que, junto a ella, esperaban el autobús, palpó bajo los asientos y arrancó un segundo mensaje. "Busca en la fuente del parque municipal". Marchó dando un paseo y llegó a los jardines públicos. Atravesó los senderos de tierra cruzándose con los jubilados que paseaban, los jóvenes que hacían deporte y las parejas abrazándose. Localizó el siguiente sobre en la fuente ornamental que había en el centro del recinto. "Un árbol inmediatamente después de la salida trasera".
¿Qué estará tramando? Pensaba, divertida. ¿A dónde llevará todo esto? No podía imaginarlo, pero siendo la dueña de una mente siempre calenturienta no paraba de vislumbrar algún tipo de sorpresa sexual y morbosa que su chico quería darle. Entusiasmada, se metió las manos en los bolsillos de la sudadera y caminó hasta alcanzar los límites del parque. Allí estaba la salida de servicio, una reja de hierro pintada de negro que daba a un descampado. A partir de ahí empezaba un paraje de árboles que iban haciéndose más numerosos hasta hacer un pequeño bosquecillo. Conocía el terreno porque era un lugar habitual para hacer botellón los sábados por la noche.
En el primer pino junto a aquella puerta, ya fuera de los muros del parque, estaba clavada con una chincheta la nota siguiente: "Sigue el sendero varios metros y toma la primera salida a la izquierda". Ella obedeció tal y como había venido haciéndolo. En principio le incomodó un poco; el caminillo de tierra se alejaba cada vez más de los jardines internándola en el campo solitario y frondoso. Por suerte no era miedosa y su mente empezó a derivar en suposiciones más o menos calientes: un revolcón entre los árboles a plena luz del día y en mitad de la nada... o no tanto. Lejos de la gente pero al aire libre, a fin de cuentas. Se reía con malicia paladeando la sorpresa que le esperaba, saboreándola.
Por fin halló la salida de la izquierda y comenzó a recorrer un nuevo camino, mucho más accidentado que el anterior. Estaba destrozado por las lluvias y las rodadas de varios vehículos, lleno de socavones y de baches. El sendero enfilaba cuesta abajo; al fondo del altozano se extendía una llanura diminuta rodeada de pinos y de abetos. En el centro había una casita. Una cabina de ladrillo de las que suelen contener cuadros eléctricos o tuberías y depósitos de agua. Repleta de pintadas y con las persianas entornadas, parecía haber sido abandonada hacía tiempo.
En la puerta había pegada con celo una nota: "Estoy dentro, esperándote. Te quiero, mi vida. Te deseo y ansío tenerte. No lo pienses más, entra". Ella no pudo evitar sonreír. Nerviosa, completamente excitada, pasó las manos por sobre el pomo de la puerta negra y empujó. Estaba abierto. Lo que vio en el interior le sorprendió.
No se trataba de una fría estancia industrial como había esperado. Alguien había dispuesto allí una especie de vivienda: una cama, una mesa y diversos muebles conformaban la decoración. Las paredes estaban empapeladas con motivos florales y numerosas velas de distintos colores iluminaban todo con su luz tenue. Vio lo que tenía ante sí y escuchó decir:
- Por fin te tengo...
Pero aquello no tenía nada que ver con su chico; su chico no estaba allí ni se le parecía. No podría describirse con palabras, ofrecerse explicación sensata del horror que le produjo lo que contempló en aquel lugar. Sintió - de una forma casi literal - que su corazón y sus pulmones se desplomaban de golpe sobre sus intestinos, aplastándolos. Le recorrió la espalda un sudor frío, los ojos se le nublaron y le asaltaron unas ganas irrefrenables de hacer aguas mayores. Es innecesario decir que le temblaban las piernas y también los labios, al tiempo que se le empapaba la mirada y le venía el impulso de llorar.
Finalmente lo hizo. A la vez se llevaba las manos a la cara y empezaba a negar para sí misma. Entonces todo comenzó a ponerse negro, tanto que diríase había anochecido: un ocaso imposible en el exterior. La oscuridad la envolvía en silencio y la puerta se cerraba sin hacer ruido. Parecía que las persianas también se hubieran bajado en virtud de las tinieblas que la rodearon impidiéndole ver; quedando allí sola, en la sombra absoluta, sola con el horror indescriptible que habitaba ese lugar.
Algo me decía que iba a pasar algo así...
ResponderEliminarMe ha gustado.
Vaya... espero que no fuera demasiado predecible.
ResponderEliminarYo también me imaginaba que había alguna encerrona, pero yo esperaba algo más truculento en plan "se encuentra el novio abierto en canal, etc." XD Pero si no es eso, me has dejado totalmente intrigada! ¿Qué es lo que vio? XD Besos!!!
ResponderEliminar*Se encuentra el novio no, se encuentra AL novio XD
ResponderEliminarbuf! Javi, lo vi venir hacia el final...qué horror...de situación, eh!....que no de texto...la narración me gustó....aunque como mujer,una cosa así me repatea las tripas...buenos días!!
ResponderEliminarxD parece que más o menos se va percibiendo que algo raro había. La intriga no es lo mío.
ResponderEliminarSí, se veía venir que algo iba a pasar, pero aún así se sostiene la intriga. Y te deja con el suspense de qué había en ese lugar.
ResponderEliminarLo tendré en cuenta para mejorarlo la próxima vez.
ResponderEliminar¡Y yo porque no me he dado cuenta! xD
ResponderEliminar¡Llevo todo el rato deseando ser esa muchacha!
Bueno, hasta el "Por fin te tengo..." que me alegré de no ser ella...
Si ya lo decía mi compañero de piso...¡Un día de estos te van a raptar!
Me alegro de que alguien haya caído... xD.
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