8.3.11

Flotar

Me contaron cómo sucedió - hoy en día los periodistas lo saben todo -. Él estaba en aquella ciudad justo cuando vino el huracán. El tornado surgió mar adentro y se estrelló contra la costa levantándolo todo a su paso.

Al parecer él estaba en su casa, pero esto no le salvó. El aire arrancó de cuajo el tejado y él salió volando. La ventisca le alzó al menos a cuarenta o cincuenta metros por encima del suelo. Le hallaron en una playa, desnudo, a unos seis kilómetros de allí. Entonces había pasado la tormenta y - como suele decirse - había sido sustituida por una gran calma.

Yo visité la ciudad para hacerme cargo de la repatriación de su cuerpo. El sol, entonces, secaba con paciencia los estragos de la inundación. Los periodistas hablaban con la gente buscando la desgracia más grande y también con los ingenieros para descubrir el detalle más macabro.

Me dijeron que quizá perdiera el conocimiento en pocos segundos; el cerebro humano no está hecho para discurrir mientras le voltean ráfagas de ciento veinte kilómetros por hora. Sé que aquello no debió de parecerle tan terrible: le conocía.

Imagínate, volando a más de cincuenta metros del suelo. Flotando, como si fueras un trozo de papel. Hubo de sentirse tan ligero, tan liviano. Tan etéreo como si no pesasen nada ni los pecados ni los malos recuerdos, ni el sufrimiento que a nosotros nos ata en esta tierra.

Flotar, elevarse al cielo como un globo, como una hoja arrastrada por la brisa. Y luego en medio de ese orgasmo y escuchando sólo el viento perder el sentido, dormirse y caer blandamente en una solitaria playa... ah, dime. ¿No te parece sublime, tan bello y tan perfecto?

2 comentarios:

  1. Pues fíjate que a mí lo de caer blandamente no me parece... Es decir, me extraña incluso que el cuerpo quedara entero tras el aterrizaje... Y, claro, en este caso, muy bello no sería el espectáculo, no... XD Besos!!!

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  2. ¿Y si te quedas flotando en el aire cuando acabe el tornado y no puedes bajar?

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Háblame.