Hace años que leo blogs literarios. También hace tiempo que estoy registrado en
Twitter. Fue ahí donde descubrí un concepto que ahora goza de bastante popularidad: la "twitteratura". Esto es, literatura creada y difundida a través de esta red social; lo que también podría llamarse chat-literatura.
De vez en cuando compruebo - a veces con pena - que uno de los blogs que sigo reduce su ritmo de publicaciones incluso hasta desaparecer. Tardé tiempo en darme cuenta de que, a menudo, este descenso de actividad está relacionado con Twitter.
De lo que os hablo es del hecho de que mucha gente - muchos potenciales escritores - están trasladando su actividad literaria del papel a Twitter. Las cosas son como son, y Twitter requiere tiempo. Se puede utilizar como algo secundario o se le pueden dedicar todas las energías. Si se quiere mantener de forma constante, cuidando conservar cada seguidor, atender cada mención, participar en las numerosísimas conversaciones y todo lo demás es posible que haya que quitar tiempo a otras actividades - como escribir, por ejemplo -.
Algunos parecen haber dado prioridad a Twitter sobre sus relatos o poemas. A mí personalmente me parece un error si lo que quieres es escribir. En una ocasión, dentro de la red social, asistí a un debate sobre el tema. La discusión giraba en torno a la pregunta: ¿es posible la literatura en Twitter?
Una de las personas decía que no y se basaba en la fugacidad de la red social. Un verso escrito en Twitter será leído unas cuantas veces para desaparecer en pocos minutos. Eso es exactamente lo que yo pienso, pero su interlocutora le contestaba que Twitter es perfectamente válido ya que reúne características parecidas a las de la juglaría o la rapsodia ancestral griega. Es decir, en tiempos antiguos, la poesía era una actividad oral. Nunca se escribía: se recitaba; era, por tanto, fugaz y no por ello dejaba de ser literatura.
Creo que eso es una comparación errónea. El problema de Twitter no es la fugacidad sino la motivación, el porqué. Los rapsodas griegos se sentaban dentro de un círculo de gente que estaba allí para escucharles, igual que pasaba con los trovadores en la Edad Media. Por otra parte existía una tradición; esto es, los poemas se pasaban de unos a otros y se recordaban durante generaciones, no se olvidaban al instante de ser oídos. No había escritura pero sí permanencia en el tiempo. Y sobre todo era el centro del acto social: "vayamos al ágora a escuchar la rapsodia".
En Twitter no ocurre así. La gente no se reúne en torno a un
poetuitero para leer su poesía. El poeta está ahí entre el que habla del Gobierno, el que anuncia el nuevo juguete de Apple, el que comenta el partido del Barça y el que cuenta que se va de cañas con la chica que le gusta.
Tampoco hay un conjunto social; los que siguen al poeta probablemente no se siguen entre sí y no hay, por tanto, una actividad de grupo como la que había con los trovadores o los rapsodas. Por otro lado está el factor de permanencia. No existe tradición dado que los versos no se transmiten; nadie se los recita a otro ni se crea una obra permanente - escrita o no -.
En mi opinión, Twitter sólo podría compararse con un tipo que se pusiese a recitar poesía a voces en medio de una plaza y nunca con un rapsoda en el centro de un grupo de gente. Si hay un tipo de poeta real que pueda compararse con los
poetuiteros es el típico que imprime sus poemas en casa y los reparte gratis en la boca del Metro porque no encuentra editor.
¿Cuál es el problema de todo esto? En primer lugar, una clara reducción de la calidad al devaluarse el hecho de escribir. Si crear literatura no requiere esfuerzo, sino que cualquiera puede hacerlo en treinta segundos con ciento cuarenta caracteres, cualquier chorrada es poesía. A menudo vemos cómo se consideran líricos simples juegos de palabras. Cosas como "ruégame con tu sudor" (por "riégame") o "te quiero, del verbo hacer el amor" son consideradas genialidades por legiones de usuarios.
Hay que tener en cuenta que la mayoría de la gente que usa Twitter no lee - así como ocurre en la sociedad misma -; por lo tanto es fácil pasar por buena literatura lo que no lo es tanto. Ocurre lo mismo con todo. Si no estoy acostumbrado a ver fútbol, un mal partido puede parecerme un partidazo. Si no estoy habituado a leer, cualquier verso mediocre me parecería digno de Bécquer.
Lo que me preocupa más es el daño que se hace a los buenos escritores. Hay personas que tienen verdadero talento, algunas incluso dignas de ser publicadas, que actualmente no se dedican a escribir porque Twitter les mantiene demasiado ocupados.
Recuerdo un blog que seguía con interés y que pasó aproximadamente diez meses sin actualizar. Cuando por fin apareció una entrada ésta hablaba de - ¿lo adivináis? - la literatura en Twitter. Me llevé una desagradable sorpresa. Parece que ya nada puede tener valor si no lo criba el filtro de esta red social; sea el periodismo - los periodistas ya no buscan fuentes sino que se remiten directamente a los
tweets de las celebridades - o incluso la literatura.
Es significativo comprobar el desfase que suele haber entre un perfil "literario" de Twitter y un blog, sobre todo cuando van unidos. A menudo me cruzo con
poetuiteros que tienen diez mil o treinta mil seguidores; cuando entro a su bitácora compruebo que ninguna entrada tiene más de dos comentarios. Esto no significa que los comentarios sean signo de una mejor o peor literatura, por supuesto. Pero sí son un indicador del hecho de ser leído.
La lírica está bien vista en Twitter - o lo que la gente entiende por "lírica" -. Es una red basada en texto - no en imagen - y por tanto triunfa el que es intelectual. No obstante, como dije, una cosa es el personaje creado en el chat y otra la literatura en sí misma. Esto es, quizá a nuestros seguidores les guste leer y reproducir algún "verso" que podamos publicar porque les parezca interesante, ingenioso o crean que va a darles una imagen culta. Pero es probable que no entiendan o no encuentren atractivo un texto de setecientas palabras narrando una historia si nunca han abierto un libro.
Stephen King dice: "quien quiera ser escritor debe escribir cuatro horas al día y leer cuatro horas al día". Quizá no todos podamos hacerlo, o no en un principio, pero está claro que el camino es ese. Crear un relato breve puede tomar horas; más si se trata de una novela corta o una gran obra. Un vistazo rápido a Twitter puede ocupar el mismo tiempo, ¿qué espacio queda entonces a la creación literaria? Se trata sencillamente de una cuestión de prioridades y hay que elegir, y qué duda cabe que muchos parecen preferir el chat.
La exactitud de mi teoría la he confirmado al comprobar que ocurre justo lo contrario en los blogs "libres de Twitter". Esto es, blogs cuyos autores no tienen Twitter - o al menos no lo tienen enlazado en la bitácora - o que bien lo usan pero no lo convierten en el centro de su vida en internet. En estos casos observo que las publicaciones se mantienen con regularidad - o sujetas simplemente al nivel de inspiración creativa - y cuya calidad, como es lógico, mejoran visiblemente con el tiempo.
Parece que estoy criticando a los que utilizan Twitter. Esto sería estúpido pues yo mismo estoy registrado en esta red. Me gusta: me entero de noticias, conozco gente interesante, música y páginas nuevas o
me llegan ideas que no descubriría de otro modo. Incluso - lo admito - pasé una buena época en la que gastaba muchísimo tiempo ahí.
Me suele ocurrir, la novedad me absorbe durante una temporada. Me pasa también con los músicos - no dejaba de escuchar a José González cuando me lo descubrió
Phonon -. Por suerte pasó para mí el factor "novedad" y ahora utilizo la red de una forma racional. A todos no les ocurre lo mismo.
Con ello quiero decir que debemos ser prudentes con Twitter. Es cierto que esta red está influyendo mucho más que cualquier otra y está condicionando la comunicación, el periodismo e incluso la política. No muchos se dan cuenta de que la literatura no está libre de tal impacto.
No quiero decir que tengamos que dejar de usar Twitter. Con esta reflexión sólo pretendo, en realidad, compartir con vosotros estas inquietudes que llevan tiempo dándome qué pensar. También, si fuera posible, recomendar a aquellos que estén empezando que sepan distinguir una cosa de la otra.
No es lo mismo tener seguidores que lectores y no es igual el cuadro de diálogo de Twitter que una página en blanco. No es lo mismo un tweet de ciento cuarenta caracteres que un
microrrelato de la misma extensión. En definitiva, ninguna red social podrá, en ninguna de sus formas, sustituir a la literatura. No verdadera ni pura, literatura simplemente.