22.9.11

La misión

Cuando los soldados entraron, el personal de la estación de mando dejó sus ajetreadas actividades y dirigió la mirada hacia la puerta. Los hombres pasaron haciendo crujir sus pesados equipos; empezaron a repartirse por la habitación y descargaron, cansadamente, las macizas mochilas encima de butacas y suelos.

Acto seguido se armó un moderado alboroto hasta que uno de los miembros del personal administrativo, el más joven, logró hacerse oír para preguntar:

- ¿Y bien? ¿Cómo ha ido la misión?

- ¿Habéis logrado los objetivos? - se unió otra persona.

Los soldados empezaron a mirarse unos a otros.

- Sí... - dijo al fin el sargento.

- Los objetivos, sí... - continuó uno de sus hombres. - Están cumplidos...

- Pero... - intervino un tercero.

- La misión...

- No ha salido bien - admitió el sargento -. Nada ha salido bien.

Se hizo en la sala un profundo silencio, hasta que el joven que había preguntado, mordiendo inquieto un bolígrafo, se atrevió a insistir.

- ¿Cómo puede ser eso? - inquirió - ¿No decís que los objetivos están cumplidos?

- Sí...

- ¿Entonces?

Los soldados parecían disponerse a contestar, pero el muchacho no les dio tiempo y descolgó un teléfono.

- Hay que llamar al alto mando y solicitar instrucciones.

Ya iba a marcar el número cuando un oficial de avanzada edad que no había participado en la operación le quitó el auricular de la oreja y lo puso de nuevo en su sitio.

- Déjalo, chico - ordenó -. Ya no necesitamos instrucciones.

- Pero... - intentó protestar el joven.

- ¿No los has oído? - se oyó otra voz al fondo - La misión no ha salido bien.

- Pero los objetivos están cumplidos...

- Están cumplidos, sí. - dijo el oficial - Pero no ha salido bien.

- Si me disculpan, no nos corresponde a nosotros decidir...

- Ya no necesitamos que nadie decida nada.

El muchacho miró en torno suyo buscando un apoyo, pero no lo encontró. Los soldados comenzaban a quitarse las botas después de dejar apoyados contra las paredes sus pesados rifles negros. El resto de la gente tenía la vista perdida, como escondiéndose del resto mientras hallaba algo en lo que ocuparse. El sargento tenía los ojos vidriosos.

Alguien habló de nuevo, aunque el joven no sabía si se trataba del mismo oficial.

- Déjalo, chico. - oyó decir - Se ha terminado.

- Se ha terminado.

4 comentarios:

  1. Me ha gustado.
    Saludos desde el aire

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  2. Me has creado una curiosidad brutal... Se me pasó por la cabeza que los militares hubieran decidido desertar directamente, pero no tiene pinta de que sea una "rebelión"...

    Creo que estoy como el joven que no se entera de nada XD Besos!!!

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  3. Si hubieran desertado no habrían cumplido los objetivos, ¿no? No sé, a veces haces las cosas bien pero todo termina mal.

    ¡Besos!

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