21.6.11

Cactus

Luis levantó la vista del escritorio y se quitó las gafas para frotarse los ojos. Luego fijó la mirada en el cactus que descansaba junto a la mesa, en el alféizar de la ventana. Era bastante alto, de al menos medio metro de estatura. Tenía un tallo muy grueso y de un verde brillante, erizado de espinas amarillas.

Sin pensarlo demasiado extendió el brazo y descargó un puñetazo sobre la planta. La maceta se tambaleó y a punto estuvo de volcarse; después el tronco vibró unos pocos segundos, cada vez más despacio.

Luis fue al baño sujetándose la muñeca. Encendió la luz del espejo y abrió el grifo. Puso debajo la mano y, al abrirla, pudo ver que tenía los nudillos y los dedos atravesados por no menos de cien púas afiladas.

Antes de arrancarse la primera espina se quedó allí varios minutos viendo correr el agua. El líquido caía limpio en su piel y luego llenaba el lavabo, rojo de sangre, hasta desaparecer por el sumidero.

The Case of Mars

19.6.11

Algo real

Recorrió el pasillo muy deprisa. No quería decírselo a sí mismo, pero le había inquietado algún sonido en alguna parte de la casa. Seguramente era sólo la cortina del patio agitada por el viento pero, qué gracioso, este tipo de cosas a veces le asustaban. Ni siquiera lo pensaba seriamente, nadie podía sentir verdadero miedo de un ruidito.

Hizo sus necesidades y tras tirar de la cadena abrió la puerta del baño. Entonces estaba allí. Era una figura espectral y alargada. Vestida con una suerte de túnica convertida en harapo no tenía extremidades. Sólo un rostro sobre lo que debía ser el tronco: una cara deforme. Dos ojos afilados y huecos, iluminados por una luz roja, estaban rodeados por tres, cuatro, cinco pares de bocas repletas de dientes como cuchillas. Situadas a lo largo y ancho de la abominable visión parecían sonreírle todas inmóviles, silenciosas, abiertas.

Lo peor fue decidir qué hacer. Podía sentir cómo su piel se ponía blanca y se le vaciaba todo el cuerpo de puro pavor. De repente le acosaba una necesidad imperiosa de volver a la taza, pero estaba aquello delante de él, en la puerta. ¿Cómo ignorarlo? Y sin embargo el ser le miraba sin hacer ningún tipo de movimiento. Aparentemente no se movería.

Entonces, tras vencer el pánico inmediato, resolvió que lo mejor era salir de allí. Se alejaría discretamente a lo largo del pasillo hasta alcanzar la puerta; acto seguido bajaría las escaleras pegando voces para despertar a todo el vecindario. ¡Había un monstruo en su apartamento!

Cumpliendo el primer paso de su plan logró escurrirse entre el umbral de la puerta y el cuerpo de la criatura hasta ganar el corredor. Para hacerlo tuvo que encogerse mucho y pasar su cara muy cercana a la del monstruo; gracias a esto comprobó que su aliento olía como la misma muerte. Como si exhalase los efluvios de miles de cuerpos putrefactos.
Después empezó a caminar muy despacio, tratando de no hacer ruido, queriendo no llamar su atención. Pero el ser le seguía con la mirada. No obstante, no hizo la aparición ademán alguno de moverse ni hacia él ni en ninguna otra dirección.

Ya iba a tocar el pomo de la puerta - libertadora puerta a la escalera - cuando sintió una especie de terremoto que recorría el suelo como un relámpago: desde el baño hasta donde él estaba. Entonces le sacudió un golpe de viento y comprobó que era el que había levantado la criatura al moverse como un rayo. Las incontables bocas se abrieron y de ellas surgieron cien lenguas también llenas de dientes afilados. Los ojos vacíos refulgían con fuego infernal.

Los vecinos se despertaron sobresaltados por los gritos. Cuando la policía llegó al lugar sólo encontró un cuerpo deshecho y los restos de las vísceras esparcidos por todas partes. Nadie podía explicarse lo sucedido: era un chico muy normal. Y no había nada: ni huellas ni rastros de ningún tipo. Tampoco se había removido el mobiliario ni se habían sustraído objetos de valor. Lo único que parecía denunciar el móvil del crimen era una presencia maligna que impregnaba todo el edificio.

La sombra demoniaca permaneció en el inmueble durante unos días, perturbando el sueño de todos los vecinos. Luego, sin previo aviso, desapareció de allí. En realidad se trasladó a otro lugar. A una casa, para ser precisos, muy cercana a donde tú vives. En otra ocasión te diré las señas del lugar exacto.

16.6.11

Toda persona...

"Toda persona que recibía nombramiento eclesiástico tenía que remitir a la Curia papal (...) la mitad de los ingresos de su puesto por el primer año (anata) y después, anualmente, el diezmo o décima parte. El nuevo arzobispo tenía que pagar al papa una suma sustancial por el palio, una banda de lana blanca que servía de confirmación e insignia de su autoridad. Al morir un cardenal, arzobispo, obispo o abad, sus posesiones personales volvían al papado. [...] Por todo juicio o favor que otorgaba, la Curia esperaba un regalo como reconocimiento, y a veces el regalo determinaba el juicio que se dictaba".

Will Durant.
A history of civilization.

9.6.11

¡Qué loca!

- ¿Te molesta si la dejo aquí?

La joven puso una mochila debajo de la mesa. Una bolsa grande, deportiva. Tomás, hoy estás de suerte. O eso parece.

- No te preocupes - sonrió él.

Pasaron la tarde bebiendo con tanta moderación como diversión. Fue una conversación animada y simpática que giró en torno a la misma broma: "¡qué loca!" Porque así era como él solía hacerse agradable; así la hacía especial.

En aquel tiempo era un guiño muy habitual. Se confundía la palabra "loca" con "desinhibida". Una persona espontánea destacaba en una sociedad tan rígida. Porque era rígida. No como lo había sido para sus padres pero, ¿en qué era diferente? Había que divertirse - por supuesto -; nadie podía llegar a trabajar el lunes sin contar lo bien que lo había pasado. Era preciso tener relaciones - una vida sentimental "sana" - y centrar la existencia en ello; por descontado había que exhibirlo.

Quien tenía pequeñas salidas de tono estaba "muy loco" y resultaba popular. Alguien que bailaba en un sitio o momento inesperado, que bebía a deshora, que se vestía de forma extraña o que era más o menos hablador de lo considerado corriente. Por supuesto nadie pensaba en verdaderos problemas mentales - no en el significado original de la palabra -.

Servía para caer bien. Él señalaba su "locura" y ella se sentía divertida, especial, distinta. Si era abierta en sus relaciones sexuales - esto es, que contaba detalles de las mismas en público - también era útil para avanzar en la misma dirección. Y todo ello constituía una herramienta que Tomás - acostumbrado a emplear este tipo de tácticas - aprovechaba hábilmente para lograr su objetivo.

Qué suerte has tenido hoy, Tomás. Al menos eso pensaba él. Por muy "loca" que estuviera, no obstante, había sido clara: "no me acuesto con un hombre en la primera cita". Pero la tarde había dado sus frutos: "nadie ha dicho nada de la segunda...", apuntó juguetona. Entonces se levantó de la mesa y, recogiendo la mochila del suelo, le pellizcó la mejilla y le miró con ojos afilados. "Luego nos vemos", sonrió. "Tengo algo de prisa".

- De acuerdo... y no estés tan loca. - bromeó Tomás sacando la lengua.

Pero, ¿lo hubiese dicho de saber que ella llevaba en la mochila una cabeza recién cortada? Y estamos hablando de una cabeza humana, por supuesto. ¿De haber sabido que la prisa se debía a la necesidad de guardarla cuanto antes en el frigorífico - junto a muchas otras - porque de lo contrario empezaría a oler? ¿Estaría Tomás seguro de bromear con su "locura" de conocer estos detalles? Pero estás de suerte, Tomás, porque mañana por la noche te llamará y podrás reflexionar sobre ello cuando os metáis juntos en la cama.

7.6.11

Twitteratura

Hace años que leo blogs literarios. También hace tiempo que estoy registrado en Twitter. Fue ahí donde descubrí un concepto que ahora goza de bastante popularidad: la "twitteratura". Esto es, literatura creada y difundida a través de esta red social; lo que también podría llamarse chat-literatura.

De vez en cuando compruebo - a veces con pena - que uno de los blogs que sigo reduce su ritmo de publicaciones incluso hasta desaparecer. Tardé tiempo en darme cuenta de que, a menudo, este descenso de actividad está relacionado con Twitter.

De lo que os hablo es del hecho de que mucha gente - muchos potenciales escritores - están trasladando su actividad literaria del papel a Twitter. Las cosas son como son, y Twitter requiere tiempo. Se puede utilizar como algo secundario o se le pueden dedicar todas las energías. Si se quiere mantener de forma constante, cuidando conservar cada seguidor, atender cada mención, participar en las numerosísimas conversaciones y todo lo demás es posible que haya que quitar tiempo a otras actividades - como escribir, por ejemplo -.

Algunos parecen haber dado prioridad a Twitter sobre sus relatos o poemas. A mí personalmente me parece un error si lo que quieres es escribir. En una ocasión, dentro de la red social, asistí a un debate sobre el tema. La discusión giraba en torno a la pregunta: ¿es posible la literatura en Twitter?

Una de las personas decía que no y se basaba en la fugacidad de la red social. Un verso escrito en Twitter será leído unas cuantas veces para desaparecer en pocos minutos. Eso es exactamente lo que yo pienso, pero su interlocutora le contestaba que Twitter es perfectamente válido ya que reúne características parecidas a las de la juglaría o la rapsodia ancestral griega. Es decir, en tiempos antiguos, la poesía era una actividad oral. Nunca se escribía: se recitaba; era, por tanto, fugaz y no por ello dejaba de ser literatura.

Creo que eso es una comparación errónea. El problema de Twitter no es la fugacidad sino la motivación, el porqué. Los rapsodas griegos se sentaban dentro de un círculo de gente que estaba allí para escucharles, igual que pasaba con los trovadores en la Edad Media. Por otra parte existía una tradición; esto es, los poemas se pasaban de unos a otros y se recordaban durante generaciones, no se olvidaban al instante de ser oídos. No había escritura pero sí permanencia en el tiempo. Y sobre todo era el centro del acto social: "vayamos al ágora a escuchar la rapsodia".

En Twitter no ocurre así. La gente no se reúne en torno a un poetuitero para leer su poesía. El poeta está ahí entre el que habla del Gobierno, el que anuncia el nuevo juguete de Apple, el que comenta el partido del Barça y el que cuenta que se va de cañas con la chica que le gusta.
Tampoco hay un conjunto social; los que siguen al poeta probablemente no se siguen entre sí y no hay, por tanto, una actividad de grupo como la que había con los trovadores o los rapsodas. Por otro lado está el factor de permanencia. No existe tradición dado que los versos no se transmiten; nadie se los recita a otro ni se crea una obra permanente - escrita o no -.

En mi opinión, Twitter sólo podría compararse con un tipo que se pusiese a recitar poesía a voces en medio de una plaza y nunca con un rapsoda en el centro de un grupo de gente. Si hay un tipo de poeta real que pueda compararse con los poetuiteros es el típico que imprime sus poemas en casa y los reparte gratis en la boca del Metro porque no encuentra editor.

¿Cuál es el problema de todo esto? En primer lugar, una clara reducción de la calidad al devaluarse el hecho de escribir. Si crear literatura no requiere esfuerzo, sino que cualquiera puede hacerlo en treinta segundos con ciento cuarenta caracteres, cualquier chorrada es poesía. A menudo vemos cómo se consideran líricos simples juegos de palabras. Cosas como "ruégame con tu sudor" (por "riégame") o "te quiero, del verbo hacer el amor" son consideradas genialidades por legiones de usuarios.
Hay que tener en cuenta que la mayoría de la gente que usa Twitter no lee - así como ocurre en la sociedad misma -; por lo tanto es fácil pasar por buena literatura lo que no lo es tanto. Ocurre lo mismo con todo. Si no estoy acostumbrado a ver fútbol, un mal partido puede parecerme un partidazo. Si no estoy habituado a leer, cualquier verso mediocre me parecería digno de Bécquer.

Lo que me preocupa más es el daño que se hace a los buenos escritores. Hay personas que tienen verdadero talento, algunas incluso dignas de ser publicadas, que actualmente no se dedican a escribir porque Twitter les mantiene demasiado ocupados.

Recuerdo un blog que seguía con interés y que pasó aproximadamente diez meses sin actualizar. Cuando por fin apareció una entrada ésta hablaba de - ¿lo adivináis? - la literatura en Twitter. Me llevé una desagradable sorpresa. Parece que ya nada puede tener valor si no lo criba el filtro de esta red social; sea el periodismo - los periodistas ya no buscan fuentes sino que se remiten directamente a los tweets de las celebridades - o incluso la literatura.

Es significativo comprobar el desfase que suele haber entre un perfil "literario" de Twitter y un blog, sobre todo cuando van unidos. A menudo me cruzo con poetuiteros que tienen diez mil o treinta mil seguidores; cuando entro a su bitácora compruebo que ninguna entrada tiene más de dos comentarios. Esto no significa que los comentarios sean signo de una mejor o peor literatura, por supuesto. Pero sí son un indicador del hecho de ser leído.

La lírica está bien vista en Twitter - o lo que la gente entiende por "lírica" -. Es una red basada en texto - no en imagen - y por tanto triunfa el que es intelectual. No obstante, como dije, una cosa es el personaje creado en el chat y otra la literatura en sí misma. Esto es, quizá a nuestros seguidores les guste leer y reproducir algún "verso" que podamos publicar porque les parezca interesante, ingenioso o crean que va a darles una imagen culta. Pero es probable que no entiendan o no encuentren atractivo un texto de setecientas palabras narrando una historia si nunca han abierto un libro.

Stephen King dice: "quien quiera ser escritor debe escribir cuatro horas al día y leer cuatro horas al día". Quizá no todos podamos hacerlo, o no en un principio, pero está claro que el camino es ese. Crear un relato breve puede tomar horas; más si se trata de una novela corta o una gran obra. Un vistazo rápido a Twitter puede ocupar el mismo tiempo, ¿qué espacio queda entonces a la creación literaria? Se trata sencillamente de una cuestión de prioridades y hay que elegir, y qué duda cabe que muchos parecen preferir el chat.

La exactitud de mi teoría la he confirmado al comprobar que ocurre justo lo contrario en los blogs "libres de Twitter". Esto es, blogs cuyos autores no tienen Twitter - o al menos no lo tienen enlazado en la bitácora - o que bien lo usan pero no lo convierten en el centro de su vida en internet. En estos casos observo que las publicaciones se mantienen con regularidad - o sujetas simplemente al nivel de inspiración creativa - y cuya calidad, como es lógico, mejoran visiblemente con el tiempo.

Parece que estoy criticando a los que utilizan Twitter. Esto sería estúpido pues yo mismo estoy registrado en esta red. Me gusta: me entero de noticias, conozco gente interesante, música y páginas nuevas o me llegan ideas que no descubriría de otro modo. Incluso - lo admito - pasé una buena época en la que gastaba muchísimo tiempo ahí.
Me suele ocurrir, la novedad me absorbe durante una temporada. Me pasa también con los músicos - no dejaba de escuchar a José González cuando me lo descubrió Phonon -. Por suerte pasó para mí el factor "novedad" y ahora utilizo la red de una forma racional. A todos no les ocurre lo mismo.

Con ello quiero decir que debemos ser prudentes con Twitter. Es cierto que esta red está influyendo mucho más que cualquier otra y está condicionando la comunicación, el periodismo e incluso la política. No muchos se dan cuenta de que la literatura no está libre de tal impacto.

No quiero decir que tengamos que dejar de usar Twitter. Con esta reflexión sólo pretendo, en realidad, compartir con vosotros estas inquietudes que llevan tiempo dándome qué pensar. También, si fuera posible, recomendar a aquellos que estén empezando que sepan distinguir una cosa de la otra.

No es lo mismo tener seguidores que lectores y no es igual el cuadro de diálogo de Twitter que una página en blanco. No es lo mismo un tweet de ciento cuarenta caracteres que un microrrelato de la misma extensión. En definitiva, ninguna red social podrá, en ninguna de sus formas, sustituir a la literatura. No verdadera ni pura, literatura simplemente.

3.6.11

Películas americanas

En las películas americanas suelen atrapar al asesino en el último momento. En las series ocurre lo mismo. Durante todo el capítulo están interrogando sospechosos, hablando con testigos, cotejando pruebas y recomponiendo escenarios mientras el psicópata de turno tiene a la chica encerrada en el sótano de su casa.

Él envía pistas falsas, transmite mensajes. "Está jugando con nosotros", dice muy cabreado uno de los agentes. "Nos vamos a divertir juntos", asusta el sádico a su víctima. Entonces llega el fatídico momento en que abre la puerta del sótano, hacha en mano, y baja lentamente las escaleras.

Justo en ese instante uno de los investigadores recuerda algún detalle absurdo, algo sin importancia aparente. Un ruido de fondo en una grabación telefónica, un tipo determinado de tierra en la escena del crimen. Cualquier nimiedad le permite saber el sitio exacto donde el asesino oculta a su presa.

Por suerte para todos el criminal baja las escaleras a una velocidad extraordinariamente lenta. Parece que se deleita en cada paso. La chica tiembla, llora, suplica, se agazapa. Pero los buenos ya están dispuestos: helicópteros, coches, furgonetas. En apenas unos minutos el juez ya ha dictado la orden de asalto - o suponemos que lo ha hecho - y en aún menos tiempo el Séptimo de Caballería ha llegado al rescate.

Rompen puertas y ventanas, atrapan al malo, rescatan a la chica. "Ya ha pasado todo, Jenny", le dice abrazándola una agente. "Ya se ha ido, tranquila".

Sí, en una situación así es difícil no acordarse de una de esas series. Es algo natural. Pero al mismo tiempo muy distinto.

Es una habitación pequeña, de terrazo. Dos metros de superficie por uno de alto; no tiene espacio para ponerse de pie. La única luz viene de una vieja bombilla roja encendida delante de ella. Como las que usan los fotógrafos en el estudio.

Preferiría que estuviese apagada; le permite comprobar que el lecho sobre el que descansa está formado de huesos. Hay algunas calaveras y por eso sabe que esto no es ninguna broma. Intenta apagar la bombilla, romperla, pero las cadenas que la aferran a la pared no le dejan acercarse lo suficiente.

Cualquiera pensaría que la policía está en camino. La están buscando, de eso no tiene duda. Pero no tiene claro que hayan encontrado alguna pista; el ruido de los árboles en un mensaje del asesino, el color del barro en las botas de algún sospechoso. Que se estén acercando allí cientos de coches con las luces encendidas. No, no está segura de eso.

En realidad lo duda bastane. El psicópata lo dejó claro. "Esto es un coto de caza y tú eres mi presa"; - él también ha visto muchas películas -. Le explicó que era una zona de montaña y que nunca pasaba gente por allí. "No vive nadie en treinta kilómetros a la redonda". Un área rural, despoblada. Y no le miente. En los últimos diez meses el lugar no habrá recibido a más de cinco personas: un par de guardias forestales, algún senderista y un puñado de cazadores.

Sabe que está bajo tierra. El asesino excavó un foso, a diez metros por debajo del nivel del suelo, al que se accede mediante unas empinadas escaleras esculpidas a mano. Sí, ojalá todo fuera el episodio de una serie americana. En el último instante hallarían la respuesta y en un segundo estarían allí. Pero escucha un ruido y no es precisamente el de una sirena.

Alguien descorre los pesados cerrojos que traban la trampilla de madera. La levanta y comienza a descender. Pero baja las escaleras increíblemente rápido en comparación con los malos de las películas.

1.6.11

Último mensaje

Enviado por: Tingis II

Asunto: S.O.S

Éste es un mensaje para todos los receptores donde quiera que se encuentren. Es posible que sea la última comunicación que pueda transmitir. Paso a darles cuenta de mi situación. A las 15.45 (hora terrícola) del día 1674 de nuestra misión fuimos impactados por un meteorito. El meteorito causó daños irreparables en el sistema de navegación; hemos perdido todas las cartas astronómicas y el astrolabio ha quedado inservible.

El objeto, no obstante, contenía además material biológico. Se trata de un tipo de parásito extraterrestre que no he logrado aislar y cuya naturaleza, por tanto, no puedo determinar. No así sus efectos. A las pocas horas del incidente y encontrándose la tripulación inmersa en las tareas de reparación, muchos hombres empezaron a experimentar terribles dolores. Acto seguido observamos en varios de ellos una ruptura de sus cueros y sus carnes, quedando descubierto su sistema locomotor y el conjunto de sus vísceras; todo ello unido por una materia orgánica no definida que parecía controlarles.

En mi opinión el parásito se sirve de la anatomía humana para su movimiento y alimentación. Su objetivo primordial parece ser la infección de nuevos cuerpos sin encontrar un límite en el que satisfacerse. Actualmente yo soy el único no infectado a bordo de la nave. He logrado refugiarme en el puente de mando y sellar todos los accesos. Mi compañero, el oficial de comunicaciones, resultó herido gravemente en el impacto del meteorito. Aunque pude traerlo conmigo a este improvisado refugio hoy he tenido que certificar su muerte. Su cadáver se encuentra a mi lado mientras grabo esta comunicación.

Ésta es mi situación desesperada. Estoy a bordo y al mando de la Tingis II, única misión tripulada en Andrómeda. No hay más presencia humana en esta galaxia; por tanto no tengo a quién acudir. Por su parte el parásito, en los cuerpos de mis infortunados compañeros, trata de acceder al puente de mando. Puedo escuchar unos extraños gemidos, acompañados de un ruido como de carreras, circular arriba, abajo y a los lados por los conductos de ventilación.

No tengo miedo a un posible asalto; sé que el material de hiperblindaje lo hace inviable para ellos. En todo caso estoy fuertemente armado ya que el puente está dotado de arsenal. Tuve, de hecho, que abatir a uno de los infectados; se trataba del almirante - que Dios me perdone -. Para vigilar a las criaturas desplegué las Sondas Automáticas de Seguridad, pero creo han sido destruidas al haberse anulado sus emisiones.

Cada vez menos soy capaz de mantener la razón y compostura en esta desesperada situación. Pronto no podré permanecer en calma ni sostener una comunicación sensata y formal con ustedes. Me encuentro solo en toda la galaxia. No hay otro ser humano en un billón de estrellas. Las cartas astronómicas están bloqueadas y el sistema de navegación destruido; sé que estoy a dos millones de años luz de la Tierra, pero desconozco a dónde me dirijo. Quizá me esté acercando a casa o me esté internando más en el espacio desconocido.

Mi única compañía son los ruidos que me hacen llegar los infectados. Tengo proteínas artificiales para alimentarme por tiempo indefinido, pero no sé si mi resistencia mental estará a la altura. Empiezo a sentir deseos de unirme a ellos para deshacer esta absoluta, insoportable soledad. Éste es un mensaje para todos los receptores en cualquier lugar. Ayuda. S.O.S

Por favor... por amor de Dios. Por favor, si alguien me escucha, ¡búsquenme!

Se lo suplico... búsquenme.