15.11.09

[naturaleza humana]

Confucio decía: "el ser humano es por naturaleza bueno; por tanto, la maldad es esencialmente antinatural". Jean-Jacques Rousseau lo actualizó afirmando: "el ser humano es bueno en esencia, es la sociedad la que le corrompe". Ambos estaban equivocados, pues el hombre, como mamífero, está regido por los instintos de conservación, y como ser pensante, responde a la ética. Esto significa que el ser humano tiende a diferenciar entre el bien y el mal, mientras sus imperativos biológicos lo empujan al egoísmo. Así, éste es tan natural como la necesidad de pisar al prójimo a la primera oportunidad, con tal de lograr la supervivencia de la propia genética. En esencia, el ser humano es por naturaleza malo, y lo verdaderamente contranatural es la bondad.

A la hora de definir nuestro género infame, prefiero recordar a Arthur Schopenhauer cuando decía: "la vista de los hombres excita casi siempre en mí una aversión muy señalada, porque con cortas excepciones, me ofrecen el espectáculo de las deformidades más horrorosas y variadas: fealdad física, expresión moral de bajas pasiones y de ambición despreciable, síntomas de locura y perversidades de todas clases y tamaños; en fin, una corrupción sórdida, fruto y resultado de hábitos degradantes". Nuestra especie es, como su naturaleza perversa, un experimento fallido de la creación.