26.11.11

Una casa en Nueva Orleans

Procedía de una familia de funcionarios, pero su padre se había sucidado hacía mucho. Había vivido de eso más tiempo del que podía recordar. Ella era la típica adolescente rebelde; le gustaba poner de los nervios a los suyos y de vez en cuando solía volver muy tarde - demasiado - o incluso escaparse de casa. Creía que aquello la hacía popular ante sus amigas y que lo más increíble sería fugarse con alguien, de modo que solía tontear con esa idea. Hasta que se cruzó con él y resultó que realmente hablaba en serio cuando decía que se la llevaría lejos, muy lejos, para nunca volver.

Siempre había querido vivir aventuras y ver el mundo. Y quería empezar por Nueva Orleans. Simplemente porque había escuchado una canción hacía muchos años: Hay una casa en New Orleans que es donde nace el sol, y es allí donde yo mi vida destruí... Un tema olvidado de una banda olvidada que él había heredado de su propia casa, donde algunos vinilos daban vueltas sin que nadie les quitase el polvo. Ni siquiera sabía cómo habían llegado hasta allí.

Luego empezó a leer y todas esas cosas. Y a hacer planes y construir sueños; todo en su cabeza. Y ella con él. La pobre creyó que todo sería como en el resto de sus escapadas; un par de días de hacer el idiota, el regreso y el espectáculo en su casa - le encantaba ser protagonista - y después presumir ante sus amigas. Pero por una cosa o por otra le acabó gustando - o él le gustaba - pasaron los meses y luego los años y al final lo de "nunca volver" terminó por ser cierto.

Sobra decir que todos aquellos sueños de Nueva Orleans no se cumplieron nunca. Es una historia tan tópica que realmente no me apetece en absoluto contarla, pero no os será difícil imaginarla: malos trabajos, tumbos, deambular de un lado a otro, vueltas y vueltas y, por supuesto, drogas y alcohol. Y sexo, cómo no. Al principio era divertido, emocionante, bohemio.

Se echaban juntos en el sofá y hablaban de lo que harían después, de libros pero sobre todo de música, mucha música. Él solía poner aquella vieja canción cuando fumaba - y fumaba de todo y a todas horas - y le gustaba pensar en Nueva Orleans: Yo no supe nunca qué es el amor, sólo pena y dolor... Aquello le recordaba a sí mismo. Ella creía que a aquel grupo sólo lo escuchaba él. "En un tiempo fueron famosos", contestaba.

Después las cosas dejaron de ser tan divertidas, como habéis imaginado. Ya sabéis lo que ocurrió: hace falta dinero, no queda otra, y dando tumbos no se consiguen las cosas fácilmente. Así no se puede vivir. En fin, es una historia que ha aparecido en las películas tantas veces que me hace vomitar; de hecho es algo repugnante y no sé por qué os cuento esta basura.

El alcohol y las drogas se convirtieron en algo enfermizo. La última casa en la que vivieron estaba muy cerca del mar, junto a la desembocadura de un arroyo miserable. Por eso les resultó tan barata; en primera línea de playa pero a la vera de un arroyo ponzoñoso infestado de mosquitos. Por la noche oían críar a las chicharras y eso le gustaba. No era de mar, era de campo. Posiblemente fue lo único bonito de aquellos tiempos finales. Y solía escuchar como siempre su canción: Oh madre, di a tus hijos que no vivan como yo, una vida pobre y mísera...

Su hermano era lo único que le quedaba en este mundo. Aparte de ella. El padre había muerto y la madre, pobre mujer, era una enferma mental, una demente. Ella debía tener por ahí a su familia, a la que desde nunca veía; las drogas y el alcohol y la mala vida la habían consumido. ¿La reconocerían? ¿La echarían de menos? No lo sabía, pero empezó a preguntarse esas cosas. Él no se las planteaba, pero a menudo el hermano de él los visitaba y les pedía que abandonaran semejante existencia. La última vez por fin renunció, pero antes de marcharse se acercó a ella y dijo: "lárgate".

Posiblemente esta historia sea parte de algo más grande; sé que hay mucho más de lo que nos contaron en un principio. Pero ahora sólo puedo contar lo poco que he reseñado aquí y cómo terminó todo. Ella decidió marcharse. Tal vez se cansó de vivir entre mierda, de la filosofía, de las drogas o de la puta canción que no paraba de sonar. Pero fuera por lo que fuera él creyó que le abandonaba para largarse con otro y eso era más de lo que podía soportar; si en su asqueroso corazón había algo de amor era todo para ella y sintió como si le partieran el alma en mil pedazos. Lo cual no justificó el botellazo en la cabeza con que la mató; el cristal se astilló y aprovechó el casco roto para rajarse las venas.

La policía le encontró medio hundido en la ribera, con el agua del río encharcada de sangre y marejando contra su cuerpo. Fue triste, todo muy triste. Sobre todo por las cosas que no había hecho, por lo que había podido ser y no fue. Su hermano me dijo: "es curioso, nunca ha estado en Nueva Orleans, pero todo esto se parece mucho a aquellas historias que él leía, a las cosas que decía que pasaban allí", en aquella ciudad.

Me pregunto si fue todo como había querido.

4 comentarios:

  1. El deterioro no perdona a nadie.
    A estos dos menos.

    Saludos.

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  2. Tú cada vez escribes mejor y yo cada vez peor, empiezo a pensar que hay alguna clase de brujería de por medio...
    Muy bueno.

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  3. xD muchas gracias. Pero precisamente éste me dejó un poco insatisfecho, no lo veo muy original... los últimos tuyos también son muy buenos.

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  4. Si vives de sueños, al final tendrás que despertar, quieras o no... Besitos!!

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Háblame.