9.6.11

¡Qué loca!

- ¿Te molesta si la dejo aquí?

La joven puso una mochila debajo de la mesa. Una bolsa grande, deportiva. Tomás, hoy estás de suerte. O eso parece.

- No te preocupes - sonrió él.

Pasaron la tarde bebiendo con tanta moderación como diversión. Fue una conversación animada y simpática que giró en torno a la misma broma: "¡qué loca!" Porque así era como él solía hacerse agradable; así la hacía especial.

En aquel tiempo era un guiño muy habitual. Se confundía la palabra "loca" con "desinhibida". Una persona espontánea destacaba en una sociedad tan rígida. Porque era rígida. No como lo había sido para sus padres pero, ¿en qué era diferente? Había que divertirse - por supuesto -; nadie podía llegar a trabajar el lunes sin contar lo bien que lo había pasado. Era preciso tener relaciones - una vida sentimental "sana" - y centrar la existencia en ello; por descontado había que exhibirlo.

Quien tenía pequeñas salidas de tono estaba "muy loco" y resultaba popular. Alguien que bailaba en un sitio o momento inesperado, que bebía a deshora, que se vestía de forma extraña o que era más o menos hablador de lo considerado corriente. Por supuesto nadie pensaba en verdaderos problemas mentales - no en el significado original de la palabra -.

Servía para caer bien. Él señalaba su "locura" y ella se sentía divertida, especial, distinta. Si era abierta en sus relaciones sexuales - esto es, que contaba detalles de las mismas en público - también era útil para avanzar en la misma dirección. Y todo ello constituía una herramienta que Tomás - acostumbrado a emplear este tipo de tácticas - aprovechaba hábilmente para lograr su objetivo.

Qué suerte has tenido hoy, Tomás. Al menos eso pensaba él. Por muy "loca" que estuviera, no obstante, había sido clara: "no me acuesto con un hombre en la primera cita". Pero la tarde había dado sus frutos: "nadie ha dicho nada de la segunda...", apuntó juguetona. Entonces se levantó de la mesa y, recogiendo la mochila del suelo, le pellizcó la mejilla y le miró con ojos afilados. "Luego nos vemos", sonrió. "Tengo algo de prisa".

- De acuerdo... y no estés tan loca. - bromeó Tomás sacando la lengua.

Pero, ¿lo hubiese dicho de saber que ella llevaba en la mochila una cabeza recién cortada? Y estamos hablando de una cabeza humana, por supuesto. ¿De haber sabido que la prisa se debía a la necesidad de guardarla cuanto antes en el frigorífico - junto a muchas otras - porque de lo contrario empezaría a oler? ¿Estaría Tomás seguro de bromear con su "locura" de conocer estos detalles? Pero estás de suerte, Tomás, porque mañana por la noche te llamará y podrás reflexionar sobre ello cuando os metáis juntos en la cama.

9 comentarios:

  1. ¡Y tú un exagerado! xD

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  2. Me parece que yo no iría a esa segunda cita.

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  3. Rosa(van al aire)

    Qué bueno!!! El narrador, Tomás,"La Loca" loca del todo.
    Ves si no se puede fiar uno...

    Saludos desde el aire

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  4. Me gustaria saber que sucederia con Tomas luego de la segunda cita, quizas pasara a ser una cabeza mas en el frigorifico

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  5. ¿La táctica le funciona? Eso sí es una locura y no andar cortando cabezas, con los tiempos que corren...

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  6. Me ha encantado el giro que le has dado... Creo que esperaba cualquier cosa menos eso!

    Muy, muy bueno (aunque esto no es ninguna novedad ;-D). Besos!!

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  7. Me alegro que te gustase. ;)

    Besotes.

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Háblame.