28.12.10

Burbuja

Recorrer las calles bajo un sol intenso, atravesando el contraste entre las luces y las sombras. Algunas calles en la quietud absoluta y las transversales surcadas como cañones por un viento cortante. Bucear difícilmente el aire gélido, heladísimo. Frío al brillo del sol.

La puerta se abre ruidosa. Arrastra el polvo, quiebra el silencio. Está oxidada, como todo. Como todo va cayendo al tiempo y lo que un día fue nuevo hoy es puro gris. Que se desmorona del mismo modo que las ilusiones y los sueños que lo acompañaron cuando se construyó. Las escaleras cremosas, falso mármol, el eco de los pasos en un hueco vacío.

La soledad es llegar a casa y comprobar que todo está como lo dejaste. En penumbra porque nadie ha subido las persianas, nadie ha abierto las ventanas para que se muevan los visillos. La bombilla que olvidaste apagar sigue alumbrando la cocina; iluminó la escena que por la mañana no pudo ver nadie.

Una comida escueta, no tiene sentido cocinar si el sabor quedará en ti. La televisión es un simulador que reproduce lo que se recuerda como compañía humana. Tristeza, una tormenta; tú intentando soportarlo como un barco zozobra entre las olas para sobrevivir de pie a la tempestad.

Cuando todo pasa las cosas se ven de otra manera. Quizá no sea tan malo después de todo. Soledad es mirar de reojo al teléfono sabiendo que no va a haber ningún mensaje, esperando la llamada que nunca llega. ¿Pero y qué?

Mi cabeza es un cementerio: las esperanzas, las ilusiones y todo lo que un día creí y lo que planeé, y todas las personas a las que quise y hoy son sólo recuerdos enterrados y tan muertos como la madera de que está hecha la mesa en la que como. Un cementerio que al dibujar las palabras se lee como desencanto, aunque el nombre que le pongas da igual.

Mi cabeza es un cementerio, ¿y qué lugar hay más pacífico y más feliz a lo largo y ancho de este mundo? Donde no hay más vida que la de los árboles nudosos y el chillido de algún pájaro, donde no hay otro paisaje que el de tumbas erizadas y sólo rompe el silencio un ulular entre las lápidas. ¿Qué dolor puede existir donde ningún aliento respira, si no hay un corazón que lata?

Soledad, pasar el día y la noche sin interrupción, sin contacto humano, sin otro calor que el de la caldera quemando gas. Soledad... ahora puedo aprovechar, y convertir mi casa en una burbuja. Quiero que todo sea una burbuja en el tiempo; una cápsula que me transporta, como una botella en el mar, una pompa donde la sal no logra entrar.
Quiero que sea una burbuja llena de la calma quieta de abandono hasta que el tiempo me borre como el puñado de ceniza que soy y, mezclándome con el aire y con la tierra, nadie me recuerde y ni siquiera los recuerdos puedan perturbarme.

4 comentarios:

  1. Muy sentido y muy íntimo me resulta este texto. Sabes por lo que he pasado en los últimos tiempos y creo que así me sentía... así me siento a veces.

    Es un texto muy emotivo, Javier, creo que más de uno puede aprehenderlo.

    Mil besos.

    ResponderEliminar
  2. Me alegro que te haya gustado y te haya servido. Siento por lo que has pasado.

    Besos.

    ResponderEliminar
  3. Ya vengo a ponerme al día con tu blog, que ya era hora... XD

    A veces necesitamos aislarnos de todo y de todos para poner en claro nuestras ideas... O simplemente para intentar evitar la vorágine que hay fuera de esa burbuja, hasta que consigamos reunir las fuerzas para afrontarla...

    Muy bueno, como siempre :-D Besos!!

    ResponderEliminar
  4. Desde luego solo es como mejor se está.

    Me alegro verte por aquí. :) Besos.

    ResponderEliminar

Háblame.