15.12.11

El mimo

El mimo hacía toda clase de números a lo largo de la mañana. A ratos ofrecía una flor de forma mecánica a cambio de unas monedas, o permanecía quieto durante horas con un gato sobre los hombros o fingía subir una escalera inexistente. Cuando Laura pasó por allí estaba atrapado por una barrera invisible.

Laura se detuvo a su lado, desconcertada. El mimo, con gesto desesperado, plantaba las manos en el aire y palpaba el imaginado muro por todas partes, buscando una salida. Cuando alguien se acercaba él, graciosamente, se encogía de hombros y solicitaba ayuda; la cual solía venir en forma de dinero. Pero Laura no pareció entenderlo de ese modo.

Saliendo a codazos del corrillo que rodeaba al mimo, muy excitada, se acercó a una de las obras eternas que mantenían impracticable la Gran Vía. Los albañiles habían parado para fumar un cigarro, momento que ella aprovechó para tomar un gigantesco martillo que tenían por allí apoyado. Con él en las manos volvió corriendo al lugar donde estaba atrapado el mimo.

Nadie pareció advertir su presencia hasta el último momento. Sin demasiados problemas, con gran decisión, se escurrió entre el bullicio y separó las piernas, alzando sobre su cabeza la gigantesca envaina. Sólo al final de su esfuerzo, cuando ya iba a descargar el golpe, notó que algo la contenía; dos manos asían el martillo queriendo arrebatárselo. ¿Por qué?

No entendía que un grupo de hombres se abalanzara sobre ella, gritando, y le arrancara de entre los dedos su improvisada arma. Como no comprendía el gesto de terror con que el mimo, al verla acercarse, se llevó las manos a la cara y se lanzó asustado al suelo. ¿No veía que pretendía rescatarle? ¿Acaso no ansiaba la libertad?

2 comentarios:

  1. Si todos fuesen como Laura no quedaría títere con cabeza.

    Muy bueno.

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  2. Hay gente demasiado literal... XD Besitos!!!

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Háblame.