20.9.10

Dios nos ha abandonado


Escribo esto después de llegar a la terrible conclusión que aun muchos nunca alcanzarán, otros están por asumir y otros lo hicimos ya. Para los creyentes como yo se ha hecho inevitable rendirnos a la dolorosa pero clara evidencia: Dios nos ha abandonado.

Cada vez somos más los que rezamos: los musulmanes en sus mezquitas sinuosas, los judíos en sus literarias sinagogas y los cristianos en la serenidad de las iglesias. Fuera del templo se escuchan los disparos de los que no creen y siguen combatiendo para combatir a nadie sabe qué.
Las calles se llenan de profetas de todas las palabras, multitudes que se agolpan en los parques y las plazas escuchando en busca de un último aliento de esperanza. Ahora sabemos que honrábamos todos al mismo Dios, lo habíamos estado haciendo así desde el principio. Lo sabemos porque hemos llegado todos a la conclusión triste que acepto hoy.

¿Cuándo nos dimos cuenta? No sé en cuál de las innumerables guerras, horrores y tribulaciones, en qué punto de los inacabables fusilamientos masivos, los camiones llenos de personas, los trenes atestados de cadáveres o las multitudes recorriendo carreteras en incontables kilómetros de penas y de hambrunas.
Hoy no puedo distinguir en el cielo el rojo del sol del naranja de las bombas, y la belleza hiriente de los incendios me tapa al Dios al que esperé. Las ciudades son un lecho de esqueletos grises abarrotado de muchedumbres desamparadas.

Ojalá pudiera parecerme a los que no creen, a los que siguen armándose, portando en sus manos los fusiles y en sus bocas los cuchillos. Ellos nos acusaban del mayor de los fanatismos pero ahora son los únicos que siguen leyendo la escritura de las guerras porque nosotros, conscientes del destino al que nos abatimos, ya sólo encontramos amparo en la oración inútil.
No recuerdo ya en nombre de qué ni contra quién lucha cada cual. Hubo un día en que sabíamos que se trataba de asuntos económicos, colapsos financieros, crisis energéticas, debacles alimentarias. Nuevas ideologías políticas y nuevas estrategias militares nos llevaron a esto mientras los cimientos del mundo los roían las masas de desarrapados atizados por las calamidades.

Ahora ya da igual. La iglesia está completamente pelada, sólo le queda la roca dura y fría. Todo es gris alrededor y, como se acabó el petróleo, nos alumbramos con velas. Debemos parecernos a los primeros de entre los nuestros.
Siempre llueve y se escucha el crujido de los abrigos de plástico empapados de todos quienes van entrando en silencio y de los que ya estamos dentro. Pronto no cabremos.

¿Por qué sigo rezando? Sé que Dios se ha olvidado de nosotros, que no le interesamos, lo aprecio cuando intento percibir el color del cielo en algún resquicio entre las miles de manos que se elevan hacia él. Esas manos unidas a un cuerpo, cada uno sin su alma dentro porque todo lo que ha pasado se la ha llevado. Y si ha ocurrido es porque a Él sin duda no le importa.

Ojalá pudiera parecerme a los que no creen. La noche brilla más que el día, porque la oscuridad del firmamento hace más ardiente la luz de los bombardeos y el fuego que arrasa miles de ciudades y hectáreas interminables de hogares calcinados. Los amaneceres son lilas, verdes, amarillos fosforescentes, colores que nunca pudimos imaginar. En un mundo que no supimos imaginar. Hubiera parecido imposible.
Quizá fuimos alejándonos en el momento en que cada vez nos parecimos menos a nosotros mismos, en que dejamos de ser poco a poco personas para convertirnos en lo que somos ahora. ¿Cuántos kilómetros me separan del campo libre, de los bosques, de las aguas? ¿Cuánto tendría que andar sorteando los hectómetros de asfalto y las montañas de cadáveres para llegar a pisar tierra blanda? ¿Qué saben mis pies de lo que es recorrer las distancias caminando o sobre el lomo caliente de un caballo? Lo olvidé hasta que los coches dejaron de funcionar... ¿Qué le esperaba a la familia que vivía en lo alto del rascacielos, a cientos de metros del suelo en que nació hasta que las torres se hundieron del todo?

¿Qué somos ahora? ¿Qué somos...? Lo pienso mientras miro el horizonte y rezo, y rezo, y las manos por miles son un velo que tapiza la oscuridad del cielo y abajo la luz en la línea que recorta el horizonte y separa la tierra del Universo. Es precioso, es precioso... Quién hubiera conocido la belleza incomprensible de las bombas. Seguramente la belleza de la ira misma de Dios, del Dios que nos abandona.

Ojalá pudiera ser como los que no creen, para no tener fe... Ojalá pudiera ser así para no saber que Dios existe y no le importamos.

imagen | Luc Viatour

8 comentarios:

  1. Pues te hablo. Yo creo que es al revés de como lo cuentas. Más bien es Dios el abandonado; yo lo siento más cerca que nunca. Más bien es la Iglesia, sus responsables, quienes deben dar testimonio de lo que creen, y no lo dan, quien abandona a Dios. Y los tiros, las guerras, las muertes... no lo hace solamente la gente que no cree. Más bien se matan los creyentes. ¿Hay alguna guerra en donde la religión no esté presente?
    No, se ha abandonado a Dios, y le tenemos en perpetuo viernes santo colgado en una cruz. Quiere resucitar y no le dejamos.
    La culpa es nuestra. Nos enseñó a salvarnos a nosotros mismos. Y no queremos.
    Allá nosotros, pero no le echemos la culpa a Dios. Doctores tiene la Iglesia, que saben lo que hacen, y perfectamente, lo que no hacen. Al igual que los imanes. Al igual que los jefes de las sinagogas.

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  2. La verdad es que lo que quería expresar en el cuento era complicado. Cómo las personas religiosas se ponen a rezar, no porque sean más pacíficas, sino porque ellas creen en la esperanza de la otra vida. Y los que no creen, en cambio, sólo pueden seguir luchando porque no confían en la existencia de ningún Dios y se aferran a este mundo.
    Sin embargo, en un contexto como el del cuento, si yo me viese en esa situación, sí que pensaría que Dios nos abandona.

    Cierto es que todas las iglesias y demás ordenes religiosas son corruptas, y que los hombres hacen las guerras y todo tipo de desastres en su nombre.
    Pero pienso que Dios está por encima de eso, nunca me gustó el Dios cruel que destruía Gomorra, pienso que debería perdonarla.

    No podría entender que dejase que todos muriéramos y desapareciéramos en medio de una guerra sin darnos la oportunidad de sobrevivir y rectificar.

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  3. Encuentro toda la razón a Alfonso, por que todas las guerras y peores crímenes contra la humanidad se han hecho en nombre de "Dios" y contra los "infieles", también creo que si dios existe nos abandono o perdió el programa, pues debería formatearnos, felicitaciones Javier
    un cordial saludo

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  4. Para bien, o para mal, las decisiones las tomamos nosotros.
    Hacer o no hacer es voluntad propia, completamente condicionada por valores terrenales y decisiones humanas, lejos de la voluntad divina.
    No somos mejores ni peores, sólo que nuestros valores y principios se van perdiendo...
    La oportunidad de sobrevivir y rectificar está únicamente en nuestras manos.

    Un saludo

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  5. Totalmente de acuerdo Javier
    saludos

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  6. No sé si podemos afirmar eso Pedro, bien es cierto que ha habido horribles crímenes en nombre de Dios, pero no todos. Pensemos por ejemplo en los nazis, que no luchaban por Dios sino por la "raza" (aunque la raza para ellos fuera como un Dios). La bomba de Hiroshima tampoco se lanzó en nombre de Dios, sino por el poder de Norteamérica.
    En definitiva (y esta es mi teoría) los mayores crímenes se han cometido en nombre del dios más poderoso: el dinero. Pues al final detrás de todo está lograr más poder, riqueza... etc.

    Si Dios existe ¿nos abandonó? Parece bastante probable. Eso sería todo un debate teológico.

    Gracias por tus felicitaciones, espero contar a menudo con tu opinión.

    Es cierto que tomamos nuestras decisiones, Javier, pero tampoco podemos evitar ser lo que somos.

    Los hombres llevan en la sangre la ambición, codicia, violencia; en un contexto en el que Dios exista - o para alguien que lo crea - ¿no podríamos hacerle responsable de ser como somos?

    Es un tema muy interesante del que estaría bien escribir más cosas.

    Un saludo.

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  7. El problema de muchos creyentes (y hablo desde "dentro") es que esperan que la "ayuda" venga de fuera, que suceda un milagro... Y se olvidan de que a veces no es necesario un milagro, sino que simplemente si dejaran de rezar e hicieran algo, se solucionarían muchos problemas.

    En este caso, creo que Anthony de Mello dio bastante en el clavo con cierto cuentecillo suyo: http://www.motivaciones.org/ctoseelzorromutilado.htm

    Ya si hablamos de institución eclesiástica (bueno, me da que en prácticamente todas las organizaciones religiosas será así), eso da asco se mire por donde se mire... Besos!!

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  8. Me gusta la fábula del zorro :)

    El asunto es que en el contexto del pueblo, creo que más bien todo ha llegado a un punto en el que ya nadie puede hacer nada, esto lleva a los creyentes y desesperarse simplemente rezando, y algunos pensando que Dios pasa de ellos totalmente...

    Tenemos que pensar en un punto de no retorno en el que ya no podamos hacer nada (dentro de unos años, probablemente) entonces muchos se limitarían a rezar mientras otros se limitarían a morir.

    Qué chungo me ha quedado eso :S no sé, en realidad nunca sé muy bien qué significa cada cosa!¡

    bsts

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Háblame.