3.7.10

El móvil

Antes, cuando una persona desaparecía de nuestra vida, desaparecía de verdad. Si se iba lejos, muy lejos o simplemente se separaban los caminos. Aquella que estaba al otro lado del país, ¿qué fue de ella? Hace años que no la veo.

Ahora, el móvil es esa pequeña puerta que nos comunica a todos, la ventana que se abre al espacio imposible entre el desconocimiento y el reencuentro. Todos tenemos esa lista con todas esas personas que han pasado por nuestra vida, y que alguna vez han significado algo para nosotros. De vez en cuando la revisamos y pensamos: "debería borrar algunos números", pero normalmente nunca lo hacemos.

Al final, quedan ahí como una colección de cuadros, como nombres de capítulos que componen nuestra historia. Son cicatrices en el paso de nuestros años. A menudo reconocemos a alguien y decimos: "¡Dios mío! ¿Qué habrá sido de él?". Otras veces no somos capaces de recordar quién era aquella persona que se esconde tras la palabra.
Nos impresiona especialmente encontrar un mote que debió ser cariñoso en su día, para identificar a alguien, y hoy, tal ha sido el deterioro del aprecio que no logramos saber de quién se trata. Desde luego, todos fueron lo suficientemente importantes o necesarios como para dedicar un segundo a apuntar su teléfono.

Aunque ahora nada sepamos de ellos, porque perdimos el contacto, el interés, las ganas, el amor, la amistad o simplemente porque la distancia nos llevó al olvido. A veces, los nombres terribles de los muertos permanecen en la tarjeta porque no nos atrevemos a borrarlos, como si nos llamasen desde la otra vida.

Y en contadas ocasiones la soledad nos aturulla de tal modo que nos decidimos a dar un toque: "me acuerdo de ti". Durante unos segundos el olvido se rasga como rasgan el espacio invisible las ondas misteriosas del sonido, que suben al cosmos y vuelven a la Tierra atravesando el cielo en un relámpago silencioso. Nos devuelven el toque: "¡cuánto tiempo!", parece decir.
Y el breve reencuentro, el efímero abrazo en la distancia pronto desaparece y se convierte en una voluta de vapor llenando el viento, tan insignificante como un saludo cordial entre dos conocidos que se cruzan, sin pararse, en una acera.

4 comentarios:

  1. Lo de dar toques era algo bastante bonito, aunque ya no se lleva tanto como antes... Las buenas costumbres se pierden XD

    Lo malo es que si ahora volviera a dar una perdida, lo más seguro es que la persona me llamara preguntándome qué quería y con lo poco que me gusta que me llamen (odio visceralmente hablar por teléfono, salvo que la persona sea muy importante para mí, me apetezca mucho hablar con esa persona o no haya más remedio), sería un poco problemático... XD Besitos!!

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  2. Es verdad, que curioso. Además del móvil el mail reproduce esa sensación. Sobretodo con gente que ha muerto, que ya no tenemos más se experienta algo raro cuando vemos sus mensajes, como si estuvieran ahi a un click o con solo tocar un botón.

    Un beso

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  3. Sí lo era Vicky, aunque yo odiaba las "guerras de toques" xD. Parece que se está perdiendo sí, a mí me pasa lo mismo, ya cuando recibo un toque pienso ¿qué querrá? Y me planteo llamar... Aunque no sé si es porque se pasa de moda o porque yo me hago mayor, a veces imagino que los chavalillos jóvenes seguirán dando toques, en esa época en la que tu vida gira en torno a tontear, mandar mensajitos o esperar a alguien en el MSN, además siempre les veo con el móvil pegado a la mano y la musiquita puesta...

    Lo cierto Tani es que pensé en otras formas de contacto que hay hoy, el mail, el Facebook, Twitter... etc. aunque preferí centrarme en el móvil por ser más directo y estar más asentado.
    Lo de los muertos es lo más escalofriante, es una cosa realmente espiritual, el mantenerlos, como si siguieran.

    Besos!

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  4. No me gusta repartir elogios de manera que puedan parecer falsos o interesados, pero, sinceramente, eres un genio. Me ha encantado lo de los toques.

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